El embeleco del Postsanchismo

Carlos Dávila
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La Moncloa defiende que el presidente ha tenido que pactar los Presupuestos con los 'malos de la clase' para recibir las ayudas de la UE, y eso no es verdad

El presidente del Gobierno, tras la aprobación ayer de las Cuentas Públicas en el Congreso. - Foto: EUROPA PRESS/E. Parra. POOL

En el tardofranquismo, la televisión oficial del Régimen le encargó las entrevistas políticas, o sea, para el lucimiento de los ministros de turno, a Victoriano Fernández Asís. Asís, un veterano republicano convertido al Sistema por mera supervivencia, era el colmo de la inteligencia y la habilidad periodística, así que se inventó una fórmula para plantear preguntas más o menos incómodas sin que el interlocutor se molestara. Asís miraba sesgadamente a su invitado y le provocaba: «Dicen, señor ministro, yo no lo creo…». Un auténtico hallazgo para evadir el terror informativo que reinaba en la época. Pues bien, el cronista trae a colación este recuerdo porque esta misma semana un colega con cierta afección al socialismo, que no al sanchismo reinante, me transcribía la conversación privada que había mantenido con una ministra importante de la coyunda social comunista. Me lo decía así: «En un momento de la charla, con aires casi de clandestinidad, se refirió a la preocupación que comenzaba a existir entre los miembros socialistas del Ejecutivo porque la pléyade de declaraciones que desde dentro de la Casa se están haciendo contra las políticas y los pactos de Sánchez se conviertan en algo más que en desahogos personales». Y añadía: «y como yo le pidiera que me aclarara esta referencia al «algo más», la ministra, ya más relajada, se explayó de este modo: «Dicen, yo no lo creo, que está organizándose el Postfranquismo». La susodicha, para mayor conocimiento, confesó que ellos, se supone que los ministros del PSOE, estaban hasta el gorro de Pablo Iglesias.

Lo cuento porque lo tengo que contar, que yo tampoco me lo creo, pero, verán y por escribirlo todo: en la presentación reciente del libro de Rubalcaba se instalaron un par de corrillos muy interesantes, corrillos en los que sus integrantes (por lo menos en uno de ellos) tras preguntarse recíprocamente por su salud, y al hilo de la rememoración del homenajeado, deslizaron algunos juicios significativos, como por ejemplo el de Eduardo Madina, aspirante que fue a la Secretaria General del PSOE contra Zapatero y Sánchez, que cerró con una frase sarcástica la respuesta a una provocación sobre quien podía ser su mejor candidato: «Me alegro -dijo-que NO me hagas esa pregunta». Y santas pascuas. 

A la salida del acto, un colega repartía entre sus oyentes esta impresión: «Me da que aquí ha nacido algo». ¿El qué? Pues, aún de forma embrionaria, «algo» puede ser una contestación a los continuos desmanes que está perpetrando Sánchez. Sin embargo, ahora, la consigna, casi doctrina, oficial que emana de la fábrica tóxica de La Moncloa es más o menos ésta: «Cuando se aprueben los Presupuestos (ya han superado el tramite en el Congreso de los Diputados) se verá «otro Sánchez». Este embeleco, es decir este embuste diseñado para engañar con trapisondas y falsas apariencias, tiene como única misión ésta: pregonar que Sánchez en su patriotismo indiscutible, ha tenido que acordar con los peores chavales del colegio, Bildu, Podemos, PNV, Esquerra… una serie de acuerdos para dotar al país de unas Cuentas que la Unión Europea exige indefectiblemente para enviarnos los 140.000 millones de euros que nos tiene prometidos. «O Presupuestos u os quedáis sin nada», nos vienen a señalar. Esa es la trampa.

Y a continuación sugieren que, ahora ya con los Presupuestos bien atados, nacerá el «otro Sánchez», más centrado, moderado, atento a entenderse en lo que pueda con la odiada derecha, en fin: la versión tolerable del presidente del Gobierno. Lo que no admiten estos voceros es que este hipotético y mentiroso «otro Sánchez» aparezca para adormecer los aires de protesta que algunos atisban en su propio partido, las insinuaciones, pellizcos de monja por el momento, de los que preparan o trabajan el Postsanchismo. 

Tampoco en La Moncloa dan crédito a estas tibias operaciones, no se las creen, vaya. Ellos están en otra cosa: en engañar con la «conversión» de su jefe para ir presentándole como un tipo que se sacrifica por España; es más: el único que garantiza la pervivencia de nuestro Estado y la unidad de la patria. Como suena, sin ponerse colorados. Tan cierto es esto que hace unos días, el propio Sánchez, ya acusó a la ultraderecha, es decir, a todos los que hacen denuestos de su persona, de ser responsables de la desarticulación constitucional de la Nación. Sin pestañear. No era una frase hueca, impensada, era la consigna, la idea-fuerza (así las llama el mercenario Redondo) que en adelante y una vez que ya tenemos Cuentas, La Moncloa va a expandir para consumo general.

 

Defensa en lugar de ataque

El «otro Sánchez» va a intentar lo imposible: que el país entero se crea que su ataque desgarrador contra la progresión de Madrid no es más que una defensa de la igualdad que él predica, de la armonización general de la patria. Lo que sucede es que, aparentemente, el tiro le ha salido por la culata: los presidentes autonómicos del PP han bramado como hienas para cobijar en su brazos a la «Agustina de Aragón» de España, y los socialistas se han callado como difuntos, porque saben que vender en sus territorios la subida de impuestos, que no se trata de otra cosa, y encima exigida por separatistas que pretenden para los demás lo que no aceptan para ellos, es un moneda de curso ilegal, una especie que puede llenar de votos las urnas de la oposición. 

Si de verdad existiera ese movimientos placentario de oposición a Sánchez, el Postsanchismo ya estaría a estas horas recabando para sí una respuesta descomunal a esta iniciativa fiscalicida del Gobierno del Frente Popular para terminar proclamando algo así como esto: «Sánchez nos lleva a la ruina y al desastre electoral». Pero, amigos, esta alternativa, digamos doméstica a Sánchez, no existe. Como tampoco existe el «otro Sánchez». 

Sus socios, sus cómplices más bien, le van a seguir estrujando para ir adelgazando cada vez más el Estado y engordando sus respectivas comunidades voraces. Los filoterroristas de Bildu lo han anunciando sin ambages, los sediciosos de Esquerra también. De Sánchez no existe «otro» más del que se ve y se padece. El que ahora se anuncia, es un monumental embeleco. 

En resumen: ni hay en el PSOE un grupo organizado que vaya a enfrentarse a este individuo, ni Sánchez está en proceso de «reconversión» a la verdadera fe socialista. Lo primero es solo un deseo apenas exteriorizado; lo segundo, nada menos que una clamorosa, descomunal mentira.