Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


El viejo y el banco

11/02/2022

A lo largo de toda la historia de la humanidad el ser anciano era una categoría. En estos tiempos mostrencos, viejo es un insulto. Algo menos que un deshecho. Pasados los cincuenta un estorbo y, superados los sesenta, un desperdicio que no se sabe a dónde tirar.
El fenómeno está cada vez más impreso en los comportamientos sociales, amparado, alentado y hasta impuesto por la administración, ha alcanzado en el sistema bancario su territorio mejor abonado y encontrado en la informática su arma letal de opresión masiva y aniquilamiento anímico a través de la humillación. Los miles, mejor millones de burócratas tienen ahora el dique perfecto, el instrumento soñado para ejercer como tales sin tener siquiera que ponerse de frente, ni dar la cara, ni dejarse ver ni siquiera tener que oír a quienes presuntamente deben servir. Quienes les pagan, por cierto, pero eso es ya una antigualla también, y que no mandan nada, sino que no tienen derecho no ya a protestar sino ni siquiera a hablar. Porque van a hacerlo, como mucho, con una máquina.
  Los bancos, hablo de las 'entidades' no de las personas, a las que me niego a llamar entes, que trabajan para ellas, han dado un paso más todavía. No contentos con haber convertido a quienes fueron en tiempos pasados sus 'clientes' en auténticos prisioneros y a su dinero en 'rehén' ahora bajo pretexto de informatización han llevado a una situación de degradación y agravio a todo ese sector de la población a quienes amen de maltratar se insulta al hacerles percibirse como inútiles e incapaces.
 Estamos obligados a tener nuestro dinero en ellos, a la fuerza y por obligación. No lo podemos tener en casa pues con él, en efectivo, ya no podemos pagar apenas nada y según parece ya en poco, todavía menos. Así que de pronto nos hemos encontrado que tienen, lo que nos han dejado los impuestos, bajo su control, como un 'rehén' y a nosotros prisioneros y sometidos a sus designios y sistemas nos gusten o no y sin posibilidad de escape alguno excepto a la cárcel sucursal de al lado.
  La rebelión que un valiente señor ha emprendido contra ellos y el degradante trato que se da a las personas de edad avanzada, lleva ya recogidas más de 600.000 firmas y debía llevar millones, muchos, mas. El abuso es tan obsceno y tan miserable que no sólo debía ser contestado por los afectados, que cada vez son-somos más sino por todos y cada uno de los miembros de una sociedad que se retrata a sí misma y deja con esta fotografía el peor de los augurios para su futuro bien cercano. Que, aunque ahora desde la galopante efebocracia crean que por 'obligación' ha de ir a mejor, no tiene en absoluto visos de ser así sino bien al contrario. La madre del futuro es el presente y arrojar a los abuelos al basurero parece que no solo una indecencia sino además una suicida y grotesca estupidez.  

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