Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Los conejos

23/02/2023

Unos cuantos agricultores se echaron ayer a las calles de Toledo para protestar por los daños que la superpoblación de conejos provoca en sus explotaciones. Como las cuestiones de cifras son complejas, no entraré en guerra de números, aunque sí diré que había bastantes como para tenerlos en cuenta. Mismamente, un amigo mío de toda la vida que ni siente ni padece color político, me dijo el otro día que estaba hasta los huevos de los conejos y el daño que le infligían en sus cultivos. Así pues, señores, la cosa es seria. Dicen los que se movilizaron que la superpoblación de conejos viene desde que se hibridó la especie autóctona de aquí con otras de otros lugares, lo que provocó la aparición de una nueva, diferente y distinta, mucho más depredadora, que devora todos los cultivos. Allí había mucha más gente que la de Unión de Uniones o la plataforma creada expresamente para reclamar los daños de este conejo. Yo, si fuera Asaja, UPA o la COAG, me lo empezaba a mirar antes que la cosa fuera a mayores. Muchos de sus afiliados andaban por allí.
Lo que pasa con los conejos, realmente, es extrapolable a muchas de las cuestiones que ocurren en este país. Lo que en un principio está pensado para una cosa, termina siendo otra. Quienes imaginaban que esta repoblación de conejos salvaría la especie y el ecosistema, se han cargado precisamente eso, la especie y el ecosistema. Pasa un poco como con la 'ley del sí es sí', que se hizo pensando en salvar a las mujeres y casi hay que pedir la presencia de la policía y los GEOs todos los días en la calle para vigilar a los violadores y agresores. Cuando se pierde el foco y la perspectiva, lo mejor es reconocerlo y recoger hilo y cometa, en lugar de persistir en el error y la obstinación. No puede favorecerse a los animales hasta el punto de hacer imposible la actividad agrícola que, desde que el mundo es mundo, nos ha traído hasta aquí. Si se nos ha ido la mano con el movimiento ecolojeta, lo mejor es admitirlo y plegar velas.
Porque lo que uno notó en la manifa de ayer es hartazgo y resignación de quienes no tienen más que el campo para correr. El conejo es una especie muy linda hasta que te toca las gónadas y te hace imposible el cultivo y la labranza. La ley de bienestar animal va por esa línea torpe de favorecer lo que ya de por sí la naturaleza se encarga. Hasta el propio San Francisco de Asís – hermano sol, hermana burra-, era consciente de que los animales merecían respeto y cuidado, pero estaban al servicio del hombre. Cuando se nos va la pinza, hacemos imposible actividades humanas que se crearon en Mesopotamia y dieron origen a nuestra civilización. No seamos más modernos que la propia Naturaleza.
Ayer escuché casos de mujeres y hombres que querían volver a su pueblo de la ciudad, pero se les hacía difícil con las condiciones que encontraban en el terreno a su llegada. Si los conejos son un problema, atájense de una vez y no se dé más cuartelillo a lo que es imposible que nos saque de la miseria. Lo más parecido a este despropósito, sería el conejo saliendo de la chistera del mago y comiéndosela igual que una zanahoria. Los conejos aparecen por todas partes y se han convertido en una plaga, lo mismo que los compañeros de partido que solo quieren al líder cuando gana. Salvo Bugs Bunny y Roger Rabbit, el resto de conejos son indistinguibles. Si siguen así, bien pueden terminar diciendo aquello de 'esto es todo, amigos'.