Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


Para escribir una novela

23/02/2023

Leo por ahí que el último premio al mejor orador de 2021 que otorgan los periodistas parlamentarios fue para Íñigo Errejón, y que en las votaciones entre los periodistas, Errejón se impuso al ministro de Cultura, Miquel Iceta; a la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas; y al portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, lo que sin duda demuestra la decadencia parlamentaria que nos ha tocado vivir, valoración correlativa y perfectamente extrapolable también a la realidad social y política del momento que vivimos.
No hace falta irse hasta Séneca o Cicerón para comprobar lo mucho que ha bajado el listón de la oratoria y el nivel intelectual de los parlamentarios en nuestros días, basta con irnos a Práxedes Mateo Sagasta, Antonio Cánovas del Castillo, Manuel Azaña, Emilio Castelar, Salustiano Olózaga, Francisco Pi y Margall, José Canalejas, Nicolás Salmerón, o José Echegaray. Hoy, por el contrario, los parlamentarios, cuya condición se puede adquirir solo con saber leer y escribir, practican discursos soeces, zafios, incultos, refraneros y twitteros, que desarrollan alegremente, sin vergüenza alguna, con frases vacías y enrevesadas elaboradas en el seno del partido sin ninguna intención verdadera de comunicar algún pensamiento racional e inteligente. Pensemos en Montilla, en Leire Pajín o en la actual ministra Irene Montero, incluso en los súper oradores Errejón o Rufián, entre un ingente elenco de personalidades actuales que podríamos traer aquí a colación.
En realidad, creo que lo de hablar bien en público es un don natural, una cualidad o habilidad que ostentan algunas personas, aunque también se puede adquirir y mejorar mediante la práctica, el estudio, el conocimiento y la cultura. Por eso, contrariamente a esos temerarios parlamentarios carentes de todo escrúpulo y prejuicio, el común de los mortales, aunque lo hagamos de forma sencilla, y cada uno conforme a sus dignas capacidades, debemos esforzarnos en comunicarnos bien con los demás, conscientes de que se trata de un instrumento útil en todas las facetas de nuestra vida familiar, laboral o pública. Lo ideal es poder expresarse con educación, naturalidad y sinceridad, dominar el lenguaje no verbal y saber adaptar el mensaje al perceptor que en cada momento te va a escuchar.
Se podría escribir una novela ambientada en España y en este primer cuarto del presente siglo XXI. La novela narraría la desgraciada evolución personal y política de la vida de un diputado del Parlamento español. La historia transcurriría en un ir y venir de sucesos más o menos provocados por la mano de los dirigentes de su partido, seres perversos y ambiciosos que no dudan en recurrir a las tretas más infames para conseguir sus propósitos. La novela se centraría en las vidas de varios personajes, entre grandes amores, odios y conspiraciones, en sus aspiraciones económicas, en la decrepitud intelectual y moral y en la perversión y la decadencia de las exigencias éticas, cognitivas y culturales mínimas para poder ejercer la noble tarea de representar al pueblo y legislar en su nombre.