El bombín más famoso

Manu Reina
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El laureado humorista conquense José Luis Coll, que falleció hace 15 años, dejó un legado imborrable con sus chistes e interpretaciones

Luis Cañas posa en el monumento dedicado a José Luis Coll - Foto: Reyes Martínez

Despertaron infinidad de carcajadas y regalaron momentos inolvidables. Las risas eran la tónica predominante en cada una de sus actuaciones. Ocupaban la pantalla del televisor de cada hogar español con frases célebres que quedaron inmortalizadas para la historia. «La semana que viene hablaremos del Gobierno» es una de las citas más repetidas, aunque existe una infinidad de ellas. Eran todo un tesoro. Uno junto al otro. 

Muchos de los lectores que hayan llegado a estas líneas rememorarán en sus mentes aquellos momentos de risas y humor crítico. Y es que los españoles crecieron al compás de los chistes y las interpretaciones de la gloriosa pareja de humoristas formada por Tip y Coll. Como oro en paño. Inigualables. Pues bien. Uno de ellos era conquense. José Luis Coll. Un hombre muy ingenioso que siempre portaba su característico bombín y que se convirtió en uno de las personalidades m ás influyentes e importantes de la historia del humor español. Y consiguió tal hazaña sin olvidarse nunca de su querida tierra natal. «Soy de Cuenca, algo que muy pocos pueden decir», expresaba siempre con orgullo. El don que tenía y un humor ágil e ingenioso, surrealista, agudo y lleno de juegos de palabras, le bastaron para ganarse el afecto y cariño de muchas personas. Le gustaba jugar al billar. Incluso participaba en partidas con el que fuera presidente del Gobierno Felipe González. Y no sólo destacaba por sus dotes humorísticos, sino también por su destreza para escribir.

José Luis Coll nacía un 23 de mayo de 1931 en el seno de una familia adinerada que se afincó en la capital por motivos laborales con procedencia desde Cataluña. Durante sus primeros años, Coll estudió en el colegio Ramón y Cajal y desde muy pequeño empezó a despuntar por su inteligencia. Después pasó a estudios superiores antes de dar el paso a Madrid. A pesar de marcharse a la capital, donde pasaría gran parte de su vida por motivos de trabajo, siguió manteniendo relación y cercanía con la ciudad que le vio crecer. 

Era tal afecto por Cuenca que la primera actuación del famoso dúo Tip y Coll llegó en un festival en el salón de actos del colegio Salesianos, actual biblioteca del campus universitario. En dicha actuación estrenaron el inolvidable sketch del vaso y la jarra de agua. Los años pasaron y no se desprendió de su ciudad. La pareja humorística volvería a actuar en la capital, concretamente en el parque de San Julián en la feria de 1984. Dos años después dio el pregón de las fiestas patronales desde el balcón del Ayuntamiento. 

 Este ilustre conquense falleció el 7 de marzo de 2007. Hasta la fecha han pasado quince años de su marcha, pero en su querida tierra y en la cultura española dejó un legado y recuerdo imborrable. En Cuenca existen varios reconocimientos en honor a su figura. Hace unos años, con motivo del undécimo aniversario de su muerte, el Ayuntamiento descubrió una placa conmemorativa en la fachada del edificio donde vivió, concretamente en el número 75 de la calle Alfonso VIII. 

Además, el mirador junto a la Ermita de San Isidro está dedicado a este laureado humorista. Un espacio con un valor incalculable, entre otros motivos, porque fue ahí donde se esparcieron las cenizas de José Luis Coll. Sin embargo, la escultura en su homenaje, colocada en este mirador, todavía no ha podido inaugurarse debido a que la pandemia truncó todos los planes. Aunque esta escultura sí que puede visitarse. Luis Cañas, el mejor amigo de Coll, sigue recordándole cada día porque «era una persona muy graciosa y querida que siempre estaba atento de sus amigos». Cañas, que tiene 93 años, acude siempre que puede al mirador. «Paso aquí muchos ratos y recuerdo muchas anécdotas y vivencias». Además, este conquense cuida y mima este espacio «tan importante», hasta tal punto de que ha plantado varios árboles en el entorno para «tenerlo lo más bonito posible en honor a José Luis Coll, pero alguien viene y se los lleva, algo que me genera mucha rabia».

Cañas tiene todavía una espina clavada y se debe a que aún no se ha podido inaugurar la escultura en su honor. «Espero y deseo que pueda inaugurarse cuanto antes, es algo que me gustaría ver con mis propios ojos». El tiempo pasa y «las nuevas generaciones apenas conocen la historia y la importancia del mejor humorista español», subraya este conquense, que es consciente de que quienes mejor le conocen «son aquellos que disfrutamos de él en cada actuación». 

 De lo que no cabe duda es que el legado de José Luis Coll, una de las figuras más relevantes de la cultura conquense y, por supuesto, española, sigue latiendo con fuerza. Y así lo hará, como mínimo, mientras tenga amigos tan buenos como lo ha sido siempre Luis Cañas, que no ha dejado de luchar para que su Cuenca natal nunca le olvide.