Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Cosas chulísimas

01/04/2022

La anestesia que nos han ido aplicando durante estos dos años deja de tener efecto cuando nos tocan el bolsillo de forma general. Dejas de dormitar y te empiezas a encabronar sin solución. Junto con el permanente saqueo de los impuestos, no hay mayor latrocinio que el de unos precios disparados que se comen tu sueldo o tus ahorros sin capacidad de reacción.  Una pérdida de poder adquisitivo que no se ha visto en los últimos 35 años. Para que luego no te pille desprevenido, te avisan, como buenos ladrones de guante blanco: los precios van a seguir por las nubes durante unos cuantos meses más.
El bofetón del IPC de casi dos dígitos no deja de ser el reflejo gráfico y formal de lo que todos comprobamos cuando vamos a comprar al súper, a repostar a la gasolinera o a tomar un vaso a la tasca, donde ha subido de precio hasta el pincho que te ponen gratis. En el Gobierno quieren que te creas que es por la guerra de Ucrania, pero no te cuentan que la inflación de España es casi el doble que la de Francia y está dos puntos por encima de la de Alemania. Misma circunstancia extraordinaria, diferente situación. Además, si analizas la curva completa es fácil de comprobar que los precios se mantienen disparados desde febrero de 2021, justo un año antes de la invasión de Putin a sus vecinos del oeste.
El Gobierno ha creído tener controlados a los ciudadanos durante todo este tiempo. Visto el comportamiento general, razones tenía para creerlo. La pandemia ha mantenido silente al pueblo porque han conseguido convencernos de que no había otra. Nada pasaba en este país sin que fuera una consecuencia del coronavirus. Si subía la luz sin control era el COVID que había entrado en los contadores y, por tanto, también en la factura. Si los carburantes se disparaban era porque los habíamos pagado muy baratos debido al virus. Y así todo. Desde hace un mes, Putin es el escudo con el que cubrirse de la incapacidad para hacer frente a la situación. Es el argumento casi perfecto para no ponerse ni medio colorados.
En 2018, la ministra Irene Montero decía sin despeinarse: «El IPC llega al 1,1% por la subida de la luz en apenas dos meses. Sube más la luz que la pensión, pero esto se arregla ahorrando 1€ del café de cada día, trabajando más y con un plan de pensiones privado. Luego se sorprenden de que queramos echarlos y que no vuelvan nunca más». Ahora vamos con lo último. En marzo, el precio de la luz ha sido un 41,5% más caro que en febrero y un 523,32% más caro que en marzo de 2021. Por muchos cafés que te ahorres, por muchas horas extra que hagas -en el que caso de que te las paguen- no se arregla. Lleva razón la ministra. Entonces, con un IPC que sube de golpe y se dispara hasta el 9,8%, la tasa más alta desde 1985, ¿a quién echamos, Irene Montero? Pocos factores generan mayor desigualdad que los precios, cuyo crecimiento afecta siempre más a los que menos tienen. ¿Para esto necesitábamos un ministerio de Igualdad?
Hasta que la guerra siga, la putinización de los precios será el argumento permanente del Gobierno. Si la invasión se detiene -el deseo de todos-, tendrán que buscar otra justificación, porque no se espera una bajada drástica o al mismo ritmo que se ha dado la subida. Cuando un determinado producto adquiere un precio determinado, no es habitual que vuelva a su estado anterior. Para que luego no digas que no nos están haciendo cosas chulísimas.