Adace ve a casi 100 usuarios con daño cerebral sobrevenido

I.M.
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La pandemia obliga al centro de esta Asociación tener que adaptarse a fin de dar el máximo servicio a los afectados y a sus familiares

La trabajadora social y la terapeuta ocupacional del centro de Adace en Cuenca, Celia Buedo y Lucía Espinosa. - Foto: Lola Pineda

La Asociación de Daño Cerebral Sobrevenido (DCS) de Castilla-La Mancha, Adace, desde hace ya 19 años viene trabajando en mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por este daño y de sus familias. Con nueve Centros de Atención Directa entre las cinco provincias, uno de ellos en la capital conquenses, hoy por hoy atiende a casi 900 personas en la región y en esta provincia a 90, de las que 45 son afectados, según informa la trabajadora social del centro de Adace Cuenca, Celia Buedo.

Por lo general, las personas que acuden hasta allí suelen ser hombres, con edades comprendidas entre los 40 y los 50 años y residente en la capital, aunque cada vez más, añade Buedo, «nos derivan a gente joven con el cerebro dañado tras sufrir un accidente de tráfico o uno en el hogar o un tumor cerebral ». El Daño Cerebral Sobrevenido, recuerda Buedo, es una lesión producida en el cerebro de una persona por un traumatismo craneoencefálico, por un accidente cardiovascular o ictus, por falta de oxígeno, por una infección, por una intervención quirúrgica o por un tumor, como se ha mencionado, entre otros motivos.

covid. Además, puntualiza, «numerosos estudios han puesto de manifiesto que el Covid puede llegar a producir ciertos síntomas neurológicos, ciertos episodios clínicos que pueden dañar al cerebro de forma brusca, aunque esto hay que decir que no se da en todos los casos». De hecho, de entre todos los socios que tiene Adace en Cuenca, únicamente uno de ellos, matiza esta trabajadora social, presenta daño cerebral derivado del Covid, «pero probablemente en la región haya más».

Cuando llega a esta Asociación un paciente lo primero que se hace es conocerle antes de actuar, previo consenso con él y su familia, en su rehabilitación, en su recuperación de autonomía, en su reducción de su dependencia y en su vuelta a la vida laboral.

Hasta la pandemia, recuerda Buedo, las atenciones que se prestaban eran personales y continuas a lo largo de la semana, tras la pandemia, la cosa ha cambiado. Se ha limitado la participación y el aforo, se han desdoblado los talleres, se han anulado los que eran más comunitarios, se ha ajustando el espacio y,se ha potenciando, desde un primer momento la atención telemática y domiciliaria.

Por Adace Cuenca antes del confinamiento podían pasar unos 30 usuarios al día, ahora lo hacen la mitad. Además, los talleres grupales únicamente pueden tener tres usuarios más el profesional correspondiente y sean estos como los individuales son de lunes a viernes desde las nueve de la mañana a la una del mediodía.

«Como se ve, explica, la atención presencial es menor y hay más dificultades en las intervenciones y esto puede estar desmotivando a más de un afectado y a sus familias a venir y dificultando nuevas incorporaciones», por lo que, concluye diciendo, «ahora es más importante que nunca tener el apoyo decidido de las administraciones y que se aumenten los recursos públicos para estos pacientes» . Adace cuenta con el apoyo de Fundace, la Fundación Tutelar de Daño Cerebral de Castilla-La Mancha, la única que hay en el país.

En España se calculaba que había hace 10 años cerca de 500.000 personas afectadas por este daño y en Castilla-La Mancha, unas 20.000.

«El DCS puede producir desde alteraciones de tipo físico o comunicativo hasta cognitivo pasando por emocionales o conductuales, de modo que quien lo padece va a requerir de múltiples cuidados y de una atención de seguido. Y eso es lo que nosotros les vamos a dar», dice Buedo.