Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Homenaje a Antonio Martínez Sarrión

27/03/2023

Por fin, y tras muchos avatares, Albacete rinde su cumplido homenaje a Antonio Martínez Sarrión, fallecido en Madrid, el 14 de septiembre de 2021, a los 82 años de edad. No podemos menos de felicitar al alcalde, al presidente de la Diputación y a la larga lista de instituciones, entidades y personas que han hecho posible este importante evento que sin duda hallará eco en muchos foros del país.
Y si digna de reseñar ha sido la concesión de la medalla de oro de la ciudad a título póstumo en las personas de su esposa e hijo, no menos podemos decir del Congreso, homenaje, que durante tres días se le ha dedicado, con interesantes ponencias a cargo de amigos, compañeros de generación y especialistas (Juan Cruz, Guillermo Carnero, Vicente Molina Foix, Jaime Siles, Jenaro Taléns, José Rivero, Ángel Luis Prieto de Paula, Juan Carlos Gea, Javier Lorenzo, etc.). Congreso que los organizadores pretenden que tenga su continuación cada año.
Loable propósito sin duda, por cuanto nos encontramos ante una de las personalidades señeras de la literatura contemporánea española de la posguerra (no olvidemos que Sarrión nacía en febrero de 1939, a punto de concluir la guerra civil, en la añeja Plaza Mayor de Albacete, a sólo unos metros de la casa donde, décadas atrás, veía la luz don José Prat, que justo en ese momento se disponía a sufrir la dura prueba de exilio). De llevarse a cabo este designio, Albacete contribuirá decisivamente no sólo a mantener ardiendo la llama poética del autor, sino también a profundizar en las múltiples facetas de su dilatada obra, pues no olvidemos que, junto al poeta novísimo, Sarrión brilló como memorialista, ensayista y traductor (su traducción de Las flores del mal de Baudelaire sigue siendo punto de referencia).
Me comentaba esta misma tarde Juan Cruz que Sarrión fue uno de los intelectuales más relevantes de su época, además de una de las personas más inteligentes que le fue dado conocer, tratar y admirar. Algo en lo que estamos de acuerdo todos los que tuvimos el honor de tratarlo y recibir su amistad. Recuerdo cuando, a principios de los ochenta del pasado siglo, fueron él y Joaquín Barceló a visitar a Jorge Luis Borges en su casa de Buenos Aires. Con qué retranca contaba, al volver, la chispeante respuesta que les dedicó cuando, nada más recibirlos y preguntarles a qué se dedicaban, Sarrión, tímido y trémulo ante aquel gigante de las letras, balbuceó: «Bueno, escribimos…», a lo que él, con gesto angelical de asombro, replicó: «¡Ah!, ¿escritores? ¡Qué casualidad, yo también!». Joaquín, según me dijo, pidió en ese momento a Dios que abriera la tierra bajo sus pies y se lo tragara.
Compañero, si no de generación, sí de afecciones electivas, de Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Benet, Carmen Martín Gaite, Caballero Bonald, García Hortelano, el citado Juan Cruz, etc., tuvo que soportar ver cómo aquel grupo irrepetible se deshacía lentamente. La muerte de Benet fue para Sarrión, aún más que la de García Hortelano, un golpe seco y helado. Su adoración por el autor de Herrumbrosas lanzas frisaba lo sublime. Contaba asimismo la rechifla de su compañero de fatigas el día en que nada más entrar en Albacete, frente al Hospital General, vio un rótulo ajado en el que se leía 'Cuchillería Sarrión'. La carcajada del diabólico Benet resonó, a la vez que le decía: «¡Qué callado te lo tenías, bribón!».
Y es que, junto al intelectual puro y sin dobleces, Sarrión fue un conversador inagotable y, sobre todo, un 'decidor' de anécdotas a cada cual más sabrosa; anécdotas que brotaban de sus labios a modo de torrente cuando se hallaba a gusto, comiéndose un plato (o una fuente) de gazpachos manchegos, bien regados con un vino recio de Albatana, o de Jumilla. Un hombre de humor cálido; un hombre amante de la vida y de sus amigos… Una pérdida irreparable.

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