El capitán de un gran barco

Leo Cortijo
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78 primaveras contemplan a Ángel, santo y seña en el mundo de la agricultura y la ganadería. De ésas, 38 las ha cumplido defendiendo a capa y espada su embarcación, Agrícola Bascuñana, todo un referente.

El capitán de un gran barco - Foto: Reyes Martínez

El negocio alza la persiana todos los días a las ocho y media de la mañana, pero él llega tres cuartos de hora antes. La función no termina hasta las siete de la tarde, pero él no se marcha hasta y media. Así es Ángel Bascuñana, santo y seña en el mundo de la agricultura y la ganadería de esta provincia. Un tótem del trabajo bien hecho que ha construido un castillo a base de «constancia y formalidad». Un capitán de 78 años con la vitalidad de un chaval de 20 y que navega con la firmeza por bandera al frente del timón de su embarcación, Agrícola Bascuñana.

En su caso está más que justificado decir aquello de que lleva «toda una vida» detrás del mostrador. Primero en una empresa del ramo por cuenta ajena, y durante los últimos 38 años como autónomo y con su propio sello. «He trabajado todo lo que he querido y más y he tenido la suerte de funcionar siempre bien», explica con una sonrisa de oreja a oreja. Pero esos halagüeños resultados no caen del cielo así porque sí. Absolutamente nada se regala en esta vida. Para llegar hasta este punto del camino, Ángel ha tenido que pelear mucho y estar muy seguro de lo que hace. Solo de esta forma puede decir con total seguridad que en su tienda ofrece «todo al servicio del agricultor, el ganadero y el jardinero».

De hecho, «es la tienda más equipada de Castilla-La Mancha» porque nadie abarca «tantos palos» dentro de varios sectores. El abanico es inmenso. Todo lo que puede ir «desde la máquina agrícola mas sofisticada que existe en el mercado hasta media docena de gallinas ponedoras». Trabaja con las mejores marcas y proveedores de abonos, piensos y fertilizantes, como en su momento hizo con los tractores, sección a la que ya dio carpetazo, como también hizo con el taller mecánico, porque quiere «vivir más tranquilo» y porque a su hija María José –destinada a tomar su testigo– esos departamentos del negocio no le atraen. No es por otra cosa, dice, ya que «trabajo había para aburrir».

Esta empresa eminentemente familiar, ejemplo de cómo se construye con buenos cimientos, ideas, ilusión y sacrificio, cuenta con siete trabajadores y tiene en su servicio una de las razones de ser. Ángel sabe que el boca a boca entre sus clientes es fundamental y por eso, por ejemplo, despacha piezas de recambio de máquinas a las que él no tiene acceso a los repuestos porque son de la competencia. Da igual, lo importante es que el que entre por la puerta salga contento.

78 años… y ahí sigue, al pie del cañón. «Y seguiré», advierte con franca decisión, «mientras Dios me mantenga el 'cocote' como lo tengo, que es muy claro». De hecho, Ángel ya barrunta en su intrépida e inquieta mente de empresario una importante inversión para «rejuvenecer» todas sus instalaciones. Quiere darle algo más que un lavado de cara a su nave en el polígono Cuberg para que Agrícola Bascuñana siga navegando –tan bien como hasta ahora– otros 38 años más. Como mínimo...