Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


Padres

25/02/2020

Llegará un día en el que todo el que quiera criar a un hijo deba superar antes un test de idoneidad. Muchos son los adultos «capacitados» para «encargar» niños, alimentarlos, vestirlos o mimarlos. No tantos, sin embargo, los que afrontan estas tareas con la preparación y responsabilidad oportunas que velen para que la frustración o el fracaso no se encuentren, tan frecuentemente como ocurre actualmente, en los caminos de los futuros adultos, esos a los que solemos aludir como las personas que más queremos en el mundo. Si es así, ¿porqué no ponemos en sus manos herramientas adecuadas para que sean felices toda la vida y no sólo durante su infancia y juventud? Acabo de tener una trifulca con una de esas, a mi juicio, madres ineptas que solo encuentra, en el entorno de su hija, razones para justificar su fracaso académico, minusvalorando su falta de estudio, tiempo, agudeza o espíritu emprendedor. Llegar tarde a clase 20 minutos cada día, no plantear dudas jamás, no enterarse de lo que se le explica… son para la madre aspectos irrelevantes. Diciéndome la descarada que no entiende mi manera de dar clase, se ha atrevido la muy repelente a cuestionar los libros de texto que utilizo o la estructura de mis clases. Estos personajillos cada vez me producen más rechazo a la par que miedo. Sí, miedo. Y es que su falta de escrúpulos, imprudencia y osadía les empuja a menudo a responsabilizar al profesorado de situaciones académicas catastróficas que se solucionarían con más estudio y constancia en los niños, así como con sólidas dosis de exigencia y verdadero amor en los padres. Amor verdadero no es amor egoísta que busca la sonrisa fácil del niño; es aquel que persigue lo mejor para ellos. Qué curioso… nunca me he encontrado en la situación de que el padre de un alumno estudioso e inteligente venga a protestar. ¿A ver si es que va a resultar que son esos los malos padres?