La crisis que lo cambió todo

Agencias
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El aluvión de inmigrantes ilegales que irrumpió en Ceuta desde Marruecos hace un año marcó un punto de inflexión

Las Fuerzas de Seguridad de la localidad española ser vieron desbordadas por la enorme afluencia de indocumentados. - Foto: Jon Nazca (Reuters)

«La crisis migratoria hizo temer lo peor al hacer que se tambalease la ciudad. Contuvimos la respiración, y ha sido un episodio que ha marcado un antes y un después». Ese es el recuerdo que tiene el presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta, Juan Jesús Vivas, justo un año después de la entrada sin control de miles de personas desde Marruecos, y coincidiendo con la reapertura de los pasos fronterizos gracias a la nueva relación histórica con Rabat.

Entonces, más de 12.000 marroquíes -muchos de ellos menores- accedieron al territorio en un episodio que sonó a represalia por la acogida en un hospital de Logroño de Brahim Gali, líder del Frente Polisario.

Con motivo del aniversario de aquella gran avalancha, Vivas expresa las «malas sensaciones» que le produjo la situación. «Tengo 69 años, nací en Ceuta, llevo 21 como presidente de la Ciudad y no he conocido una cosa igual: creo que fue el momento más difícil de nuestra Historia reciente».

El jefe del Ejecutivo ceutí tiene claro que no considera este episodio «un incidente migratorio o fronterizo, como los que habíamos conocido con anterioridad, sino que desde el primer momento la ciudadanía percibía que se trataba de un intento de desestabilizar Ceuta como medio para presionar a España y, por ende, a Europa».

Así, reconoce que en las primeras horas la ciudad quedó embargada «de inquietud y de angustia. Sentíamos que estábamos con el alma en vilo y que exigía una respuesta basada en la responsabilidad, en la unidad y en el sentido de Estado. Se estaba poniendo en jaque la integridad territorial y exigía lealtad institucional».

En su opinión, la crisis «marca un antes y un después para Ceuta, porque ha servido para desvelar dónde están las debilidades, las fortalezas, y para marcarnos el camino de cuáles deben ser las prioridades en los próximos meses para lograr un futuro de estabilidad, seguridad, prosperidad y cohesión social, que los ceutíes merecen».

«En aquellos días se puso de manifiesto que nuestra españolidad es irrenunciable e innegociable, que nuestra soberanía e integridad territorial están garantizadas por el ordenamiento constitucional y el Estado, de cualquiera que sea el color político del Gobierno, y que el sentimiento de pertenencia a España es compartido con todos los ceutíes, con independencia del credo», puntualiza.

El líder autonómico destaca que la Asamblea ceutí «fue capaz de ponerse de acuerdo para actuar todos unidos con una sola excepción -Vox-, ya que suscribimos una declaración histórica en la que se rechazaba de manera categórica el comportamiento de Marruecos y se dejaba claro que Ceuta era una parte esencial de España».

Al respecto, también valora que las instituciones de la UE les «respaldaron abiertamente», poniendo de manifiesto que esta frontera «es de Europa». «Ahí quedó claro que no estamos solos, que tenemos detrás al Estado y a las instituciones europeas», detalla sobre un episodio que espera que no vuelva a repetirse ante la nueva etapa con Marruecos.

Un vecino complicado

En medio de la alegría por recuperar la normalidad, el presidente de Melilla, Eduardo de Castro, celebra la reapertura de las fronteras de su Ciudad Autónoma, pero lanza un aviso: la presión migratoria dependerá de Rabat. 

Y es que, en su opinión, Marruecos es un vecino con el que hay que llevarse bien, pero que no es «fácil», por lo que la eventual entrada irregular de más personas dependerá de que respete o no los acuerdos. «El concepto de buena vecindad lleva aparejado el de reciprocidad», advierte.