Los últimos días de 'El Yiyo'

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El destino quiso que Cuenca tuviese especial protagonismo una semana antes del trágico fallecimiento de este genial artista, 'El Príncipe del Toreo'

La plaza de toros de Cuenca ha visto pasar por su arena a decenas de figuras del toreo de unas épocas y de otras. A toreros consagrados, que venían en la cresta de la ola, pero también a jóvenes promesas que a la postre lo acabarían siendo. Durante tantos y tantos años de vida, el coso del Paseo de Chicuelo II ha sido testigo de faenas memorables y para el recuerdo del imaginario social taurino. Son tardes que ya forman parte de la historia de la Tauromaquia conquense. Pero también hay otras historias que merecen ser recordadas por su significado y por su valor sentimental. Ese puede ser el caso del protagonista de este reportaje, José Cubero Sánchez, más conocido como El Yiyo.

Su vida ya forma parte de la historia taurómaca, sobre todo de esa parte trágica y lacrimógena que va unida de forma inherente al mundo del toro. Y es que su figura es un mito. Y lo es desde que hace 30 años el toro Burlero le asestase una cornada mortal en el corazón en la plaza de Colmenar Viejo, cuando ya solo le quedaba estoquear. El toro le arrebató la vida, lo subió a los cielos y lo consagró con tan solo 21 años de edad. «Pali, este toro me ha matado», fueron las últimas palabras de El Yiyo a su peón de confianza antes de que sus ojos buscaran el infinito y su vida expirase definitivamente. No pudieron hacer nada por él, entró ya muerto en la enfermería, donde sólo confirmaron la defunción. Nacido circunstancialmente en Francia, pero criado en el barrio madrileño de Canillejas, estaba llamado a liderar a toda una generación de toreros. Pero no pudo ser. De esta forma tan trágica y repentina, El Príncipe del toreo, el torero de la eterna sonrisa, se había marchado para siempre.

El destino quiso que El Yiyo falleciese un 30 de agosto de 1985, y que Cuenca tuviese especial protagonismo en los últimos días de su vida. De hecho, una de sus últimas fotografías es la que ilustra este reportaje, tomada en el Puente de San Pablo y con las Casas Colgadas como fondo. Y es que siete días antes de esa trágica fecha, tenía que haber toreado en nuestra ciudad, en la Feria de San Julián, en concreto el 23 de agosto, sustituyendo a Ortega Cano, que estaba anunciado junto a Julio Robles y José María Manzanares. Los toros eran de la ganadería de Ana Romero, pero la corrida fue suspendida a la hora del sorteo, debido a que no había más sobrero, al haberse lidiado uno en la corrida de rejones y no admitir la presidencia los que presentaba la empresa.

Visita a la ciudad. Dado que la corrida se había suspendido, El Yiyo, acompañado de parte de su cuadrilla y de la gente de su confianza, decidió no perder su estancia en Cuenca y visitar la ciudad. Así lo cuenta Antonio D. Olano en su libro dedicado al torero madrileño, Adiós Príncipe, adiós. El periodista y escritor gallego, que acompañó a El Yiyo en su viaje a Cuenca, escribe que le propuso hacer turismo y para convencerlo le dijo en tono jocoso: «¿Sabes que aquí hay momias de las de verdad, en la Ermita de San Isidro?». El torero, claro está, no pudo decir que no, y allá que se fueron. Olano cuenta que lo primero que visitaron fueron las dos hoces y que el propio Yiyo, «por intuición o especial olfato» les llevó al puente «desde el que se presencia la mejor visión de las Casas Colgadas», es decir, el Puente de San Pablo. Antes de comer, intentaron ir al Museo de Arte Abstracto, pero ya estaba cerrado. «Yo lo que quiero tomar son los zarajos», escribe que dijo El Yiyo, y los encontraron en un bar de la Plaza Mayor, en cuya terraza se sentaron. Allí, Olano describe que un gitano que ofrecía dibujos de las Casas Colgadas se les acercó ofreciéndoles uno, y hasta mostró su disposición para organizarles una juerga en Cuenca. Más tierno fue el niño que estaba «dando pases en la plaza», reconoció al torero y también se acercó para hablar con él. Y así, entre turismo, zarajos y compadreo con algunos conquenses, transcurrió la visita atípica de El Yiyo a Cuenca.

De todas formas, ésta no fue la única visita de El Yiyo a Cuenca, ya que dos años antes había actuado en la Feria de San Julián alternando con Paco Ojeda y Julio Robles, en una corrida pasada por agua y en la que Ojeda cortó un rabo, el último concedido en Cuenca desde entonces, siendo presidente de la plaza José María Olivo. En la reseña de esa corrida, en la que el torero se presentaba en nuestra plaza con tan solo 19 años, nuestro compañero José Vicente Ávila Chicuelito escribió en Diario de Cuenca lo siguiente: «No tuvo suerte José Cubero El Yiyo en su presentación en Cuenca. Su primera faena, bajo un aguacero, no encontró eco en los tendidos, poblados de paraguas. Estuvo trabajador y en su faena, de menos a más, se le vieron detalles de fino torero y enormes deseos de agradar. Tampoco era muy claro el bicho y cuando lo mandó al desolladero, sonaron algunos aplausos. Todo quedó en destellos de calidad bajo la intensa lluvia. No le gustó a El Yiyo el sexto toro, y apenas lo tocó. Mostró una clara mansedumbre y tanto en el tercio de varas como en el de banderillas el público pidió constantemente el cambio. No había lugar a ello, desgraciadamente, y cuando José Cubero, muleta en mano, iba a despachar a su enemigo –y nunca mejor dicho– llovieron decenas de almohadillas, y tras unos muletazos lo pasaportó al desolladero. La bronca a la presidencia fue de las que hacen época. Desgraciadamente».