Se dice médica

C.S.Rubio
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El Instituto de la Mujer ha lanzado dos guías para concienciar y sensibilizar en la utilización del lenguaje incluyente y no sexista en el ámbito de la administración pública y de las profesiones. Todas las propuestas están avaladas por la RAE

Se dice médica - Foto: A.Perez Herrera

El Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha acaba de lanzar dos guías sobre lenguaje incluyente y no sexista, una enfocada la ámbito de la administración pública y otra al de las profesiones.  

No se trata aquí de inventar palabras, como explica la directora del Instituto de la Mujer, Pilar Callado, sino de «visibilizar a las mujeres» también a través del lenguaje, reivindicando el uso del «femenino» en aquellas ocasiones que así lo permita la gramática.  Y es que, como advierte,  «lo que no se nombra no existe y al hablar con el supuesto masculino genérico, lo que se consigue es crear un imaginario colectivo en el que las mujeres quedan invisibilizadas».

«Todas las palabras incluidas en estas guías están reconocidas por la RAE», insiste Collado, recurriendo a ejemplos como los de ‘médica’ o ‘jueza’, recogidos en el diccionario pero sobre los que aún hay bastantes reticencias. Algo que, por el contrario, no ocurre con términos ‘masculinizados’ como el de  modisto. «Tradicionalmente se ha hablado de modistas, pero cuando se incorporaron los hombres, se adoptó sin ningún problema el término  de modisto».

En este punto, una de las técnicas responsable de este trabajo, Juana López, apunta la necesidad de «deconstruir» el «masculino neutro», frente a un patriarcado  que sigue devaluando «el femenino».  ¿Y cómo lo hace? Pues, a su juicio, con sutiles detalles. «El Colegio de Enfermeras se cambió por Colegio de Enfermería cuando llegaron los primeros enfermeros», denuncia,  algo que no ocurre en otras profesiones más «masculinazadas» como la de  los médicos, «que bien podría llamarse Colegio de Medicina», tal y como aconseja el Instituto de la Mujer.

Estos dos volúmenes forman parte de una colección «con la que estamos promoviendo el uso del lenguaje no sexista" y que "promueven un lenguaje libre de estereotipos y respetuoso con la diversidad de género», apunta Collado. En diciembre de 2018 ya se presentó y distribuyó la primera de las guías de esta colección que, con el título ‘Guía de Comunicación incluyente y no sexista’, es la más genérica de todas, mientras que el resto están dedicadas a determinadas ocupaciones. Queda pendiente de publicación un cuarto volumen, dedicado a los medios de comunicación, que se encuentra en proceso de revisión y que previsiblemente verá la luz a finales de año.

Todas las guías que forman parte de la colección tienen como objetivo hacer una exposición clara y dinámica, con múltiples ejemplos, sobre la importancia de una comunicación incluyente, sin discriminación ni olvidos y desde la igualdad. En una primera parte, denominada ‘Tengo dudas’, estas guías aportan una visión general del lenguaje, su origen, evolución y uso, con el fin de entender los mecanismos y mejorar la sensibilización respecto al uso de un lenguaje incluyente. Mientras que en una segunda parte, ‘Quiero alternativas’, se ofrece de forma práctica y con ejemplos más de 30 alternativas y recursos inclusivos y no sexistas que, sin ir contra la gramática ni centrarse en los desdoblamientos, dan la posibilidad de optar por las soluciones más válidas a cada contexto, situación o preferencia concreta.

 

Algunas claves...

«Soy madre trabajadora». ¿Ha escuchado alguien la frase «soy padre trabajador? Con esta pregunta, el Instituto de la Mujer pone el foco en que la desigualdad laboral también llega al lenguaje. Frases como «me ayuda en casa» o «¿te pongo la lavadora?», denotan falta de conciencia sobre la responsabilidad en el trabajo doméstico y de cuidados.

De profesión ¿Abogado? En estas guías también se incluyen experiencias, como la de Teresa Meana. «Después de más de 40 años sin verse, se encuentran dos viejas amigas del colegio. Al despedirse, una de su tarjeta de contacto a la otra: ‘Nieves Palacios Sainz-Abogado’». A lo que que la otra le responde, «¿Ah, que te operaste? ¡En el colegio eras chica!».

«Al final tendremos que decir juezo». Como se advierte en esta guía, nunca se dirá ‘juezo’, como tampoco se dirá ‘andaluzo’, palabras que tienen la misma terminación y, por tanto, la misma manera de nombrar al masculino y al femenino. El problema parte de que las ‘andaluzas’ han existido siempre y  las 'juezas' solo han tenido posiblidad de serlo recientemente.

Vocablos ocupados. Otras justificación para no ‘feminizar’ ciertas profesiones es el argumento de que son ‘vocablos ocupados’ y pueden generar confusión. Sería el caso de términos como informática, mecánica, música o química. Ante esto, la respuesta está en los más de 90 oficios masculinzados que también pueden confundirse con otros objetos o sitios (¿Qué pasa con el frutero, el joyero, el zapatero, el basurero o  el cajero).

¿Por qué suena mal médica? La palabra médica lleva años admitida por la RAE, pero siguen existiendo reticencias a la hora de usarla porque es un rol tradicionalmente masculino. ¿Nos suena mal  presidenta, asistenta, clienta o infanta? Pues sería el mismo 'dilema' gramatical.

Alternativas. Las propuestas de estas guías pasan por usar sustantivos colectivos (profesorado, familia, ciudadanía, población, clase, alumnado), genéricos reales (persona, víctima, personaje, cónyuge, bebé, vástago..), imperativos (asóciate en lugar de hazte socio) o usar el ‘comodín de la palabra ‘persona’ o ‘personal’ a la hora de hablar (personas refugiadas, personal contratado...).