Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


La singularidad provincial

10/06/2022

Don Álvaro de Figueroa y Torres no sé si fue el primero, pero si el más importante parlamentario paracaidista que ha ostentado esa condición en Guadalajara. Aunque nació en Madrid, fue elegido diputado y senador por esta provincia, un capítulo intrascendente en la trayectoria de un personaje político que fue alcalde de la capital de España, que llegó a la presidencia del Gobierno y que dirigió varias carteras ministeriales siendo uno de los líderes del Partido Liberal de Mateo Sagasta, José Canalejas, Segismundo Moret y compañía.    
Historias de caciquismo aparte, el conde de Romanones ocupa un puesto destacado dentro del alcarreñismo más selecto. Primero, por su directa vinculación familiar. Sus padres, los marqueses de Villamejor, tenían diversas posesiones en Guadalajara, con fincas en la Alcarria y la Campiña y con grandes caserones como el palacio de la Cotilla. Si analizamos su árbol genealógico, sus antepasados emparentaron con los Mendoza, incluido don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana. Su apego a esta tierra, le llevó a vivir también largas temporadas en Guadalajara, fundamentalmente, una vez que su carrera política había llegado a su fin. Esas circunstancias le han permitido al conde desprenderse de ese título de diputado paracaidista o cunero, que de forma tan despectiva -y con razón- siempre se utiliza.
Ocupar un puesto en el Congreso o el Senado por una circunscripción con la que tienes poco o nada que ver es un clásico en las provincias pequeñas, más aún si están cerca de Madrid. Guadalajara es un nido de paracas. Cuando el año pasado murió Leopoldo Torres, una agencia de noticias escribió: «El guadalajareño Leopoldo Torres ha fallecido a los 80 años de edad». Aunque el que fuera vicepresidente primero del Congreso de los Diputados ocupó su escaño por Guadalajara durante tres legislaturas, nació en un pueblo de Soria y es uno de los peajes que tuvieron que pagar los entonces mandamases del PSOE provincial. En el PP, también se las han tenido que tragar dobladas. En Cuenca con Rafael Catalá, en Toledo con Ana de Palacio o en Ciudad Real con Gustavo de Arístegui. Los dos primeros llegaron a ser buenos ministros, lo que es compatible con haber ocupado el puesto en una lista dentro de una provincia con escasos vínculos. Sin duda, el caso más significativo de parlamentario paracaidista es el de Luis Fraga, sobrinísimo del fundador de Alianza Popular, Manuel Fraga. El pariente de don Manuel, Fraga Egusquiaguirre, se tiró 20 años ocupando el asiento de senador por Guadalajara, sin que se le conozca ningún logro para esta provincia, ni siquiera el de escalar más de 100 veces el Ocejón o el Pico del Lobo, por aquello de que le gustaba subir a los altos. Luego lo colocaron en Cuenca y ahí acabó su carrera política que, salvo en su cuenta, le cundió poco.
Escuchaba este miércoles atentamente a Macarena Olona su entrevista en Herrera en COPE y apelaba a la singularidad provincial. «Voy a enarbolar la bandera provincial para acabar con las desigualdades territoriales».  Esa bandera solo se iza desde el propio territorio. Nadie va a pretender que lo haga el vecino, que buscará lo mejor para su provincia o su comarca. Se da la paradoja de que Vox, partido nuevo y, supuestamente, renovador, también cae en los vicios más repetidos por los partidos tradicionales. El diputado que ocupa el escaño por Guadalajara, Ángel López Maraver, no tiene ninguna relación con Guadalajara. Esto sería lo de menos si hubiera utilizado la confianza que le dieron los votantes para defender esta tierra. Se desconocen las veces que ha venido a trabajar por esta tierra -no cuenta cuando está de caza- y las propuestas específicas que ha hecho para mejorar la vida de sus vecinos, lo cual tampoco es tan singular.