Sí, en Castilla-La Mancha hay un gran número de municipios cuya pérdida de población durante décadas son un amplio abanico de ejemplos de ese concepto ahora tan de moda de la ‘España vaciada’, que viene a ser el despoblamiento del medio rural que ya se conocía desde mediados del siglo pasado. Pero ante la pregunta de si esta región en su conjunto se inserta en esa España vaciada, la respuesta debe ser no. Más bien al contrario, esta autonomía es una de las que más ha crecido en población en el comienzo de este siglo, un 16 por ciento en los últimos 18 años, aunque por la vía de que sus habitantes sean cada vez más de ciudad y menos de pueblo. Esto puede extraerse de un informe elaborado por la consultora Stratego sobre la evolución en el siglo XXI de la población española y sus perspectivas de futuro en las distintas autonomías.
El estudio destaca que en Castilla-La Mancha la población ha aumentado exactamente un 16,87 por ciento entre 2000 y 2018, un auge por encima de la media española. Así, la región ganó en este tiempo 292.546 habitantes más que se han concentrado especialmente en las provincias de Guadalajara (+53,80 por ciento) y Toledo (+30,20 por ciento). Los auges guadalajareño y toledano no sorprenden, ya que se han cimentado sobre su vecindad con Madrid. Estas dos provincias se han beneficiado, sobre todo durante el ‘boom inmobiliario’ previo a la última crisis económica, de la proximidad a la comunidad capitalina por dos vías. Una de ellas es la ubicación en su territorio de empresas procedentes u orientadas hacia el polo socioeconómico de Madrid. Otra ha sido la emigración hacia ellas de vecinos madrileños buscando viviendas más asequibles y de mayor tamaño que en su autonomía de origen sin alejarse demasiado de sus lugares de trabajo. El resultado en este tiempo ha sido este importante crecimiento empresarial y poblacional, concentrado en el Norte de Toledo (sobre todo en la comarca de La Sagra) y Oeste de Guadalajara (fundamentalmente, en el Corredor del Henares).
La única provincia de Castilla-La Mancha donde baja el padrón es Cuenca (-1,91 por ciento), uno de los paradigmas del despoblamiento rural en España.
El caso de Castilla-La Mancha, se destaca en el informe, es un ejemplo claro del proceso de despoblación si bien esta se centra en sus áreas rurales, ya que se ve que la Castilla-La Mancha urbana aguanta el tipo. Con el importante incremento en su población en términos globales, se da el caso de que siete de cada 10 municipios de la comunidad (678, el 73,7 por ciento) han visto mermado su padrón en ese periodo. Incluso hay 363 –casi el 40 por ciento de los núcleos totales- donde esa caída ha superado el 25 por ciento.
Los casos más extremos de pérdida de población son los de Arandilla del Arroyo en Cuenca (-77,78 por ciento, para quedarse con 10 habitantes), Angón en Guadalajara (-77,78 por ciento, 10 habitantes) y Cendejas de la Torre en Guadalajara (-73,03 por ciento). Así, hoy la comunidad tiene cinco municipios por debajo de los 10 vecinos. El de menor población, es un caso ya conocido, Illán de Vacas, que según los últimos datos del INE cuenta con cinco habitantes aunque llegó a tener un solo vecino hacia 2013.
El número de núcleos por debajo del centenar de habitantes en Castilla-La Mancha ha pasado en los primeros 18 años de este siglo de 188 a 260, un 38 por ciento más.
Crecimientos «espectaculares». Mientras, hay 75 localidades que han incrementado su padrón por encima del 50 por ciento. El padrón ha aumentado de manera espectacular en lugares como Yebes, municipio -a una hora en coche de Madrid y a 20 minutos de Guadalajara- donde el padrón ha pasado de 167 a 3.518 vecinos (+2.006 por ciento). También destacan los casos de Quer (+848 por ciento) y Pioz (+774,7 por ciento), y hay que llaman la atención por su volumen sobre Seseña (+471,51 por ciento) e Illescas (+171,23 por ciento), ambas por encima de los 20.000 habitantes.
En Castilla-La Mancha, a día de hoy el 20,29 por ciento de la población tiene menos de 20 años, y el 18,88 por ciento tiene más de 65, con lo que en términos generales su población tiene más población juvenil y menos población mayor que la media nacional. Sin embargo, en 202 localidades castellano-manchegas no vive ningún niño de 0 a 4 años, y en 69 ese ‘vacío generacional’ se amplía hasta los 20 años. Además, se da la circunstancia de que en 170 núcleos de menos de 100 habitantes no hay niños menores de 5 años. A esto se suma que en 72 municipios más de la mitad de la población ha superado ya los 65 años, siendo la segunda región con más casos de este sólo por detrás de Castilla y León. El ejemplo más singulares Arandilla del Arroyo, donde nueve de sus 10 habitantes superan esa edad, siendo el municipio con más porcentaje de mayores de toda España.