Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Calçotada (sin romesco)

26/02/2020

Comienza, por fin, a funcionar  ‘la mesa’, la mesa por excelencia, la del diálogo para comenzar a solucionar el conflicto catalán, como dicen los bienintencionados, o la mesa  para marear la perdiz con el independentismo  hasta no se sabe dónde y salvar una legislatura incierta y problemática cuyo precio estaría por fijar, apuntan los malpensados, que ojalá no acierten este vez, por el bien de todos. El menú no lo conocemos en detalle, aunque Quim Torra se encarga de colocar a Pedro Sánchez con absoluto primor, y siguiendo las órdenes puigdemonianas, mantel estelado y centro frondoso de flores amarillas. No conocemos el menú en detalle pero sí las grandes líneas maestras, sin aderezos ni disimulos, como una calçotada a palo seco y sin salsa romesco. Quim Torra lo tiene claro y fija condiciones, poniéndole voz a Puigdemont: derecho de autodeterminación, amnistía para los ‘presos y exiliados’, y de postre, ‘mediación internacional’. Casi nada. Ahora también, reservar sitio en la mesa al propio Carles Puigdemont y a Oriol Junqueras.
Pedro Sánchez no sale, -prefiere no hacerlo-, de las buenas palabras y un buenismo más bien impostado con enmarcados del asunto del tipo de ‘retomar el diálogo en el momento en el que los caminos se separaron y las razones y los argumentos dejaron de escucharse’ o ‘ese diálogo para el reencuentro es lo que millones de catalanes y españoles están esperando’. Aunque lo cierto es que lo que millones de españoles (catalanes y del resto de las comunidades) están esperando es el fin de la soberana matraca del independentismo, y son mayoría absoluta los que así esperan. Luego existe una minoría, que no llega a la mitad de la población catalana, que sigue esperando la proclamación solemne de la república catalana, a costa, eso sí, de la segregación de la otra mitad de Cataluña y de la quiebra total del proyecto democrático que nos hemos dado todos los españoles.
Así llegarán las partes a sentarse en la mesa del dialogo, aunque hay razones que son las que pesan y las que al final determinarán el resultado final. La primera es la urgencia de Pedro Sánchez por aprobar unos presupuestos, segundo acto de obligado cumplimiento para que la legislatura sea duradera, y sabe que para eso tiene que sentarse en esa mesa con un presidente de la Generalitat inhabilitado y, además, totalmente amortizado para la política. La otra razón que pesa es la complicidad de ERC, el otro gran actor del independentismo, que tiene que cumplir sí o sí con la seca advertencia de Gabriel Rufián antes de la investidura: «Sin mesa no habrá legislatura». De manera que ERC necesita, en este momento, la foto de la mesa escenificando bloque independentista con JxCat, aunque las relaciones entre los dos partidos están más que rotas y ya piensan más en volverse a jugar el predominio en las elecciones catalanas que tendremos en breve.
Porque esa será la auténtica mesa catalana, la real y efectiva, en la que ERC quiere acceder a la presidencia de la Generalitat con el apoyo del PSC de Miquel Iceta. Este miércoles habrá constitución de la mesa, no puede ser de otra manera, pero con ERC aflojando (los republicanos ya no considera que la figura del mediador internacional sea condición sine qua non) y el gobierno de Pedro Sánchez mareando la perdiz con declaraciones genéricas y manoletinas dialécticas a tutiplén. Lo cierto es que ERC hará manitas con Sánchez por debajo de la mesa: esa será la auténtica complicidad. Sánchez quiere presupuestos cuanto antes. ERC, elecciones catalanas y ganarlas. Quim Torra, el estrafalario, cumplirá el trámite con alguna pirueta más mientras todos los comensales le darán palmaditas en la espalda, todos contentos de quitársele de en medio.
Será una gran noticia dejar de ver en los telediarios a Quim Torra, y también que nuestro país cuente por fin con un nuevo marco presupuestario. Las comunidades autónomas, sobre todo las que se encargan de gestionar necesidades más que de enredar con identidades, lo están pidiendo a gritos. Lo peor sería, claro, que la solución para el llamado ‘conflicto catalán’ pase por dejar hacer en Cataluña al independentismo bajo la premisa de ‘tú me sostienes en La Moncloa y yo te dejo hacer lo tuyo en Cataluña’. Demostrado está que lo del independentismo es un mal asunto, y peor aliado, que termina dinamitando todos los puentes y envenenando cualquier posibilidad de convivencia. Para llegar a ese puerto no hace falta mucho protocolo buenista porque ‘la mesa’ finalmente sería una anécdota, como servir una calçotada sin salsa romesco.