Los restaurantes, bazares y comercios chinos pagan el pato

J. López
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Algunos establecimientos asiáticos de la capital ya notaron los efectos de la crisis, pero aseguran que no hay porqué tener miedo

Los restaurantes, bazares y comercios chinos pagan el pato - Foto: Reyes Martínez

Establecimientos de alimentación que anuncian que cierran durante unos días por reforma, salones de masajes que echan el cierre por vacaciones o restaurantes que bajan la persiana porque, en realidad, los clientes han dejado de ir. Este es el panorama de un barrio cualquiera, de una ciudad cualquiera, donde los comercios son eminentemente chinos. El coronavirus no ha afectado a la salud de ningún ciudadano, que se sepa, pero hace estragos en la economía de los negocios regentados por ciudadanos de China. La sangre no ha llegado todavía al río en Cuenca, pero algunos comercios regentados por asiáticos ya notan las consecuencias de la enfermedad.

La actividad ha bajado en restaurantes, grandes superficies y bazares o pequeñas tiendas de alimentación de barrio en las que se vende bebidas, aperitivos o chucherías. Puede ser, apunta alguno de los encuestados, que también se deba a que «esta es la época del año más floja» pero, en líneas generales, hay cierto recelo a comprar o consumir por miedo a contraer o a estar en contacto con la enfermedad. 

La camarera de uno de los restaurantes de cocina china asegura que la caída de clientela se siente desde hace varias semanas y llega casi a la mitad, sobre todo en sábado y domingo. Vivian –nombre adoptado en España– explica que la comida que se sirve en este restaurante «se compra en España, pero algunos clientes piensan que viene de China». Además, añade, la gente «no pregunta, ve la noticia en la televisión y ya le da miedo. No hay ningún problema».

La camarera piensa que los medios nacionales no dan la suficiente información. En cambio, el gobierno chino ofrece a través de una aplicación móvil información en tiempo real y recomendaciones a tener en cuenta para todos sus ciudadanos. La mayoría de los chinos que han venido a España, comenta, suelen venir de Zhejiang, en la costa y cerca de Shanghai.

Nadie de su familia ha ido a China a pasar el Año Nuevo, pero Vivian conoce a amigos que viajaron y al regresar se han aislado para no estar en contacto con sus familiares y amigos por precaución. 

Otros comercios.  La gerente de un conocido Hiper de la capital asegura que no han tenido problema de estocaje  ya que la mayoría de los productos se adquieren a empresas de España que importan de China. Las ventas son las propias y normales de estas fechas del año, probablemente las más flojas. «Compramos todo aquí», comenta Eva que relata que hay compatriotas que se han ido a China a pasar el Año Nuevo y, por precaución y sanidad, «se han quedado dos semanas». La gerente cree que lo peor de la enfermedad «ya ha pasado» y entiende que «en España se ha notado menos que en otros países como Italia o Francia».

En otra de las grandes superficies de la ciudad aseguran que los dueños no están presentes porque se han tenido que quedar en cuarentena en la región de Hubei, cuya capital es Wuhan, foco del coronavirus. Fueron a pasar el Año Nuevo y se encontraron que no podían viajar. Hay problemas de abastecimiento de ciertos productos.

En un tercer establecimiento, otro ciudadano chino –prefiere no decir su nombre– cuenta que todos sus compatriotas mantienen un grupo de whatsapp para informarse de lo que ocurre en su país. «Todos nos llevamos muy bien», dice.