Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Camino del sepulcro

27/09/2021

Aunque crezca la hierba en un camino que hemos pisado muchas veces, ese que va a casa de los padres o los amigos no pasa nada, que cuando se vuelva a pisar estará mucho más mullido, más verde y hermoso. Será posible reestrenar esa oportunidad que el tiempo nos brinda de volver a casas en las que nunca seremos extraños, o mejor aún, la de abrirla a esos amigos sin los que nuestra biografía sería incompleta por ser parte de un pasado que merece ser recordado. Sera como volver a la patria. La que Walt Whitman rememoraba: Las casas y los aposentos están cargados de perfumes. La hojita más pequeña de hierba nos enseña que la muerte no existe; / que si alguna vez existió fue para producir la vida; La madre sabe que «los hijos que están casados y los que no están casados vuelven todavía, vuelven a casa para la cena pascual. La hierba no será un problema para encontrar un camino, aunque hayan echado asfalto sobre la hierba, y nieve sobre el asfalto, aunque la bruma del olvido cubra la memoria. En casa de la madre y del amigo la mesa siempre estará lista, y nadie se sentirá solo, nadie que quiera pisar la hierba que se renueva, cual si de un afecto se tratara. Quien respira sabe que la hierba crece, que adorna los prados, que el beso es la flor del aire y el aire es necesario para vivir.
Muchas veces sobre nosotros pesa la culpa del desafecto, esa sensación molesta que no conseguimos olvidar, y la traición imperdonable del desafecto es consecuencia de nuestro orgullo. Pecado grande es el desamor. No hay nada que el que es grande de verdad no nos pueda perdonar si nosotros nos perdonamos primero. Pedir perdón a quien nos ama puede ser un acto de vanidad si nos creemos dignos del amor que nos profesa. Un acto de justicia es redimir la culpa, como el que perdona a un hijo, aunque solo sea por amor, aunque solo sea por la tirantez de los deseos que nos empujan hacia lo bueno, y hacia lo malo. Tristemente en Cuenca nos sentimos en cuestión de afectos desamparados.
   Los humillados de Cuenca no pedimos perdón, no tenemos por qué pedirlo, no si nos creen indignos, nos someten a la fuerza. Lo más hacemos una pataleta. Así ha sido siempre. Nos creían conservadores, pero éramos republicanos, y los rojos se sometieron. Los que llamo rojos, se sometieron a las derechas he hicieron la guerra (nuestros ancestros), para nada. No somos nadie, no tenemos orgullo, no tenemos futuro, simplemente sobrevivimos gracias a que nos arrastramos, por eso, aunque nadie se lo crea, nuestra supervivencia depende de nuestra humildad. En cuenca hemos tenido algún padre bueno, y me acuerdo de José Luis Álvarez de Castro, muerto a los 102 años esta primavera, con dignidad. Necesito dos años al frente de una delegación como presidente de la Diputación para intentar mejorar la vida de los conquenses. Y no consiguió que Cuenca, tras muchos esfuerzos y viajes a Madrid, recibiera el beneficio que del agua del trasvase Tajo-Segura se merecía por ser cedente. Él, coherentemente, dimitió hace cincuenta años. Ahora casi nadie dimite y nuestros políticos vivaquean alegremente en Madrid o Toledo sin que los conquenses percibamos que hacen algo por nosotros, es más, casi nadie los conoce, salvo alguno que si es conocido es por los muchos años que lleva representándonos sin que sepamos que hace por los conquenses a los que representa, «camino del sepulcro».