Belleza plástica

Leo Cortijo
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Cristina Jiménez, una colosa de la danza clásica, aplica el ballet a la gimnasia rítmica para conseguir unos resultados más que notables en el CD Huécar, referente de este deporte en la provincia.

Belleza plástica - Foto: Nayo Pérez

Desembarcó en el mundo de la gimnasia rítmica a través del ballet. Ese fue el gancho para el que el Club Deportivo Huécar, máximo referente de este deporte en la provincia, se decidiera a contar con sus servicios como bailarina de danza clásica para potenciar la técnica corporal. Después de algunos meses en esos menesteres, el gusanillo le picó y se formó como técnico de nivel tres en esta disciplina. Ese fue el punto de partida y, desde entonces, han transcurrido siete años en los que esta entusiasta del deporte ha crecido como profesional en todos los sentidos. Nació para ello, pues desde niña practicó «cantidad de deportes». De hecho, como gimnasta comenzó a nivel escolar, «como un hobby», en su colegio, la Sagrada Familia. Allí la entrenadora le animó a competir y así lo hizo durante unos años. Pero éste es un deporte «muy sacrificado y exigente y el cuerpo sufre».

Dejó eso aparcado y apostó por la danza clásica. Tanto, que se marchó a Madrid y después a Valencia para formarse en el conservatorio profesional. Lo de aprender va con Cristina. Forma parte de su ADN. Nunca ha dejado de hacerlo y ya tiene en mente titularse como experta en coaching personal y deportivo y como juez de gimnasia rítmica. Aprende... y también enseña. Es más, dedica gran parte de su tiempo a instruir en esta disciplina tanto en las escuelas municipales del Ayuntamiento como en el CD Huécar.

Allí reciben clase en torno a 90 gimnastas de todas las edades. Hay diferentes grupos, que arrancan a los tres años y terminan en la adolescencia con el equipo de competición. También hay un grupo con discapacidad intelectual, con las que Cristina saca lo mejor de sí porque son «muy agradecidas y siempre están dispuestas a todo». Además, y esto es lo mejor de todo, Cristina no es una profesora cualquier. Como docente es premium, no solo por la pasión que imprime en cada lección, sino por ser, en parte, una precursora. «Me gusta la gimnasia rítmica como deporte y el ballet con arte y lo que intento es unir las dos cosas para ofrecer algo muy bello y con movimientos muy armónicos», comenta orgullosa. Una experimentación con sello propio que llega a su cénit cuando los ejercicios incluyen algunos aparatos, como la pelota o la cinta. Los resultados, destaca, «no pueden ser más visuales».

Así se explican, en parte, los buenos resultados del CD Huécar cuando sus pupilas lucen con orgullo el nombre de Cuenca por media España. Lo hacen en torneos amistosos a los que les invitan otros clubes para que las gimnastas adquieran experiencia, pero también en campeonatos del máximo nivel como la Liga Iberdrola o la Copa de la Reina. En el club hay auténticas piedras preciosas y los sobresalientes resultados que cosechan así lo avalan.

Circunstancia que todavía hace valorar en mayor grado el gran trabajo que realizan. Éste no es un deporte cualquiera, pues no solo requiere de una gran fuerza, agilidad, resistencia, potencia o flexibilidad. También requiere un plus de fortaleza mental. He ahí la parte más compleja de conseguir... Todo es cuestión de entrenar, resume una Cristina enamorada de la belleza plástica de la gimnasia rítmica. Un sino existencial que «ha marcado toda mi vida y la seguirá marcando», básica y sencillamente, «porque es lo que realmente me gusta».