Patrullaje en tiempos de pandemia

David Álvarez (efe)
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Los agentes se ven obligados a variar sus hábitos de trabajo a la hora de recorrer las calles para garantizar la 'nueva seguridad'

Patrullaje en tiempos de pandemia - Foto: Alejandro García

La nueva seguridad es la avanzadilla para la nueva normalidad, la adaptación a la pandemia que, a la carrera, han realizado los Mossos d’Esquadra que luchan contra la delincuencia en las calles para que sus protocolos se adecúen a tiempos de coronavirus.

Una pareja de agentes de este cuerpo, un binomio en la jerga policial, son los protagonistas de un patrullaje en Cataluña durante esta época de confinamiento. Pep y Maribel son los dos mossos que, durante su turno de trabajo, recorren las calles de Gerona y el municipio de Salt sin saber lo que se encontrarán a lo largo del día, pero sí que su forma de actuar debe incluir medidas que les eran desconocidas hasta hace unos pocos meses.

El primer cambio visible se produce en el momento de subirse al vehículo oficial, obligados ahora a desinfectar volante y salpicadero con un aerosol y paño.

Pep, cabo, explica que la vida les ha cambiado «y mucho», porque han tenido que variar «los hábitos de trabajo y personales». La pandemia no se acaba al quitarse el uniforme.

Relata que los agentes entran «en diferentes turnos para evitar que el vestuario se colapse» y que, una vez uniformados, realizan la reunión de planificación en el aparcamiento y no en la sala habilitada para ello para facilitar el distanciamiento.

Durante la desinfección del coche previa al inicio del patrullaje, Pep subraya que tienen que invertir esos minutos, porque les va «la vida».

Maribel, agente, prepara también el automóvil y detalla que es madre, que su marido también es mosso y que ambos toman «muchas precauciones al llegar a casa» para no contagiar a los niños.

Al término de cada jornada, se quita el uniforme, se ducha en comisaría, «que antes igual no lo hacía», se cambia, se lava las manos y, al llegar a su domicilio, repite esta última acción antes de que se le acerquen sus hijos.

Las prendas las pone en una bolsa «con precaución» y las mete en la lavadora con un programa a 90 grados de temperatura «y, al día siguiente, ropa nueva».

Los dos recorren inicialmente las calles del centro histórico de Gerona y comienzan a ver conductas dudosas para respetar el confinamiento; los casos sospechosos se quedan en comentarios entre los dos compañeros, pero la situación cambia cuando comienza la franja horaria destinada a los ancianos. La sensibilidad por el respeto a ese colectivo más vulnerable, el que más se ha visto afectado por las consecuencias de la pandemia de la COVID-19, es visible también entre los agentes, que tardan poco en detener su vehículo y recorrer dos arterias como la Rambla de Gerona y la calle Santa Clara.

Pep y Maribel se dirigen a personas que circulan con niños y les informan de que a esa hora la preferencia es para los ancianos. Ninguno lo sabía.

Los dos mossos se interesan también en ese recorrido a pie por personas sin hogar a las que conocen, a las que preguntan cómo se encuentran y piden que les avisen si tienen alguna necesidad.

Pep destaca la dificultad de seguir los protocolos con este colectivo, poco habituado a la nueva realidad, por lo que «las distancias no se mantienen».

El coche se dirige después a la cercana localidad de Salt, donde mucha gente pasea y donde, al ocaso, se intuye el trajín propio del ramadán que siguen muchos vecinos.

Allí se da parte de un robo a un repartidor, al que le han sustraído el móvil y dinero. Se apunta la descripción por si se le localiza, pero la búsqueda resulta infructuosa.

Sucesos de última hora

El turno está a punto de acabar cuando la emisora advierte de una incidencia destacada y toca correr hacia un domicilio donde se podría dar un caso de violencia machista con una mujer en riesgo de ser precipitada desde un balcón.

Por primera vez, se enciende la sirena y los semáforos pierden sentido. Los vecinos que han alertado al teléfono de emergencias de la situación están en la calle e indican a los policías cuál es el portal.

Los agentes suben a la carrera las cuatro plantas que llevan a la vivienda y, allí, se enteran de que solo era una mujer ebria que había discutido a voces por teléfono con un familiar y a la que su hijo había sujetado para protegerla cuando se acercó al balcón.

Tras identificar a ambas personas, regresan al coche, aunque Pep reconoce que, en esas circunstancias de mayor tensión, cuesta recordar los protocolos, «porque después de horas con la mascarilla te olvidas de que la llevas puesta».

«Es un lapso de segundos y, después, mantienes un poco la distancia, aunque las habitaciones eran reducidas y nadie llevaba mascarilla por que estaban dentro de un domicilio», concluye antes de regresar a comisaría y ponerle el punto y seguido a uno de estos turnos de la nueva seguridad.