De Mota al cielo

Jonatan López
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La astrónoma conquense Elena Manjavacas participa en el proyecto del telescopio espacial James Webb, apadrinado por la Nasa y la Agencia Espacial Europea, que se lanzará en otoño, será el más potente y tendrá una resolución sin precedentes

De Mota al cielo

De niña, mientras sus padres se dedicaban a cortar ajos en las noches estrelladas de verano, Elena alzaba el cuello hacia el cielo y se preguntaba qué eran esos puntos luminosos que brillaban en la oscuridad. A los ocho años, una clase de Conocimiento del Medio Natural en su colegio fue decisiva para que la astronomía le llamara la atención. Por aquel entonces, Mota del Cuervo presumía de tener uno de los cielos más limpios de la Mancha –ahora también–, tanto que aquella niña que vivía en las afueras del pueblo salía al balcón de su casa para detenerse y contemplar estrellas y planetas. «Era como: ¡qué barbaridad!. Me fascinaba la idea de que hubiese algo más allá», dice esta moteña.

Su tío le regaló un telescopio para Reyes, «que me alimentó la afición», y al año siguiente le compraron una enciclopedia del universo con cintas de vídeo VHS. «Aún las conservo». A partir de ahí, «nunca perdí el gusto por la astronomía». 

La niña, que con el tiempo se convirtió en mujer, dejó su Mota del Cuervo natal y se embarcó en lo que siempre soñó: tocar las estrellas con la punta de los dedos.

Se llama Elena Manjavacas, es astrónoma y astrofísica, está especializada en la formación de ‘enanas marrones’ y participa en la actualidad en el proyecto del lanzamiento del telescopio espacial James Webb, en el Space Telescope Science de Baltimore (Estados Unidos) –operado por la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial de Canadá–. El telescopio más potente que jamás se ha conocido se lanzará este otoño y tendrá una resolución, sin precedentes, del universo.   

Para llegar hasta aquí, la moteña estudió en la Universidad Complutense de Madrid, pasó por el reconocido Instituto Max Planck de Astronomía de Heidelberg (Alemania) y participó en varios proyectos de los observatorios de Tucson, La Palma, en Canarias, o Hawai. 

Ahora, Elena se emplea en el commissioning –la puesta a punto– de uno de los instrumentos del telescopio. «Mi papel consiste en que cuando el telescopio esté volando se harán las pruebas para comprobar que dicho instrumento funciona. Ahora hacemos simulaciones para revisar que los datos llegan y que funciona bien», explica la joven moteña, que dice ser una privilegiada al poder disfrutar de un momento tan relevante para la astronomía.

Lo cierto es que el telescopio más potente lanzado por la Humanidad será un antes y un después para la astronomía. «Con toda seguridad, tendremos una predicción de las cosas que se pueden hacer, partiendo de lo que tenemos ahora», explica.

La astrofísica recuerda la importancia que tuvo el lanzamiento del telescopio Hubble en la década de los 90, que permitió conocer planetas fuera del sistema solar,  y subraya la relevancia que tendrá el potente telescopio James Webb. «Nos va a pasar algo similar, pero a una gran escala. Con el tiempo estudiaremos cosas que no sabíamos que estaban ahí», manifiesta. De hecho, afirma estar «muy expectante», porque cree que «los años que nos vienen, desde el punto de vista de la astronomía, van a ser muy emocionantes».

Las raíces. No pasa desapercibido el hecho de que los vecinos de Mota destaquen en numerosas disciplinas. La prueba es que la localidad moteña es cuna de artistas, ceramistas, ciclistas, científicos e incluso astrónomos. La astrofísica cree que mucha culpa de ello puede estar relacionada con «los maestros y profesores que hemos tenido allí. En mi época había mucho nivel en la escuela y en el instituto, y creo que lo sigue habiendo. Conozco matemáticos, gente que se ha sacado sus carreras y le ha ido bastante bien. ¿Qué tendrá el agua de Mota?», se pregunta.

Claro está que, a miles de kilómetros de su pueblo, lleva a Cuenca en su corazón y trata de recordarlo constantemente allá por donde va. «Sí, sí. De hecho, cuando vivía en Alemania mis compañeros se reían porque nunca les decía: me voy a España. Decía: me voy a Mota, y les hacía mucha gracia», sonríe. 

Opina la astrofísica que el éxodo de talento español a otros destinos mundiales «es patente» porque «no se puede competir» con otros países, aunque le gustaría que la situación cambiase y los españoles que estamos fuera pudiésemos volver».

También reivindica el papel de la mujer en el mundo científico pues aunque «se está haciendo un esfuerzo muy grande en los últimos años, aún queda mucho por hacer». Hay estadísticas que indican que la cantidad de mujeres que se interesan por carreras científicas «es muy alto, pero tras la carrera he comprobado que las mujeres van desapareciendo con el tiempo». 

Por último, no solo sueña con las estrellas. También imagina el día que vuelva a su casa, después de pasar cerca de dos años fuera por el Covid. «Quiero ir a finales de octubre. Tengo muchas ganas de ver a mi familia», asegura la moteña, que detalla que lo primero que hará, «a parte de darle besos y abrazos a mi madre y a mi hermana, será comerme un plato de jamón y subir a los molinos. Por ese orden».