Járkov, una ciudad dividida ante las amenazas

Agencias-SPC
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Situada junto a la frontera con Rusia, la segunda urbe más grande del país podría ser el primer objetivo en una hipotética invasión, aunque muchos de sus habitantes llaman a la calma y descartan una agresión militar

Járkov, una ciudad dividida ante las amenazas - Foto: © Stringer . / Reuters

A apenas 40 kilómetros de la frontera con Rusia y pegada a las regiones separatistas de Donestk y Lugansk, la ciudad de Járkov se ha convertido en uno de los focos de la amenaza de Rusia sobre Ucrania. Principalmente, porque hace unos días, el jefe del Ejecutivo de Kiev, Volodimir Zelenski, comentó que la urbe -la segunda más importante del país, pero también con una amplia presencia de partidarios de Moscú- podría ser uno de los objetivos de la hipotética invasión del Kremlin.

«Lamentablemente, mencionó solo a Járkov. No nos dolería tanto si la ciudad hubiera sido nombrada entre otras», comenta Yulia Aguéyeva, directora del medio digital Kharkov Today, quien recordó que Ucrania comparte una frontera terrestre de casi 2.000 kilómetros con Rusia. Según la periodista, muchos en la ciudad «se hicieron eco del asunto» en una especie de «psicosis masiva» y prepararon «maletas de emergencia», confesando que ella misma lo había hecho.

Incluso hubo los que comenzaron a vender sus apartamentos y se plantearon trasladar sus negocios a otros lugares del país. 

«Defenderé la ciudad con las armas en las manos. No hay otra opción», asegura, por su lado, el empresario Andréi Polysh, quien al igual que muchos habitantes de Járkov está dispuesto a plantar cara y resistir al invasor ruso, mientras otros lugareños ven remoto un posible ataque. 

Según Polysh, el presidente ruso, Vladimir Putin, «tendría que tener huevos de acero» para invadir Ucrania, y particularmente Járkov, «pero él ahora tiene miedo de que Occidente le tuerza el brazo».

Miles de personas se han sumado a las Unidades de Defensa Territorial, milicias locales formadas «para enfrentarse al agresor ruso», añade Polysh, al confesar que él se sumaría a la Brigada motorizada 90, con base en las afueras de la ciudad, o a la Guardia Nacional.

«No se han enterado»

Sin embargo, el pánico momentáneo ha cedido ante la impronta de la vida cotidiana. «La posibilidad de que la invasión comience por Járkov es prácticamente nula», agrega el empresario. Y es que las propias autoridades ucranianas han tratado de atemperar esta crisis informativa, al llamar a la calma y asegurar que no existen indicios de una inminente agresión de sus vecinos, si bien recuerdan que el conflicto bélico entre ambos países se acerca a los ocho años y la división ha estado presente desde entonces.

«Ahora las tensiones se han reducido», constata Aguéyeva, al señalar que la situación fue mucho más tensa tras la ilegal anexión de Crimea por parte de Rusia y cuando se desató la guerra en el Donbás, hace casi ocho años, aunque no descarta del todo la posibilidad de que en algún momento la situación se agrave.

Y es que el conflicto entre Ucrania y Rusia es de fondo y comenzó mucho antes de 2014, cuando los partidarios de la integración del país a Europa derrocaron al presidente prorruso Viktor Yanukovich y Kiev se distanció definitivamente de Rusia, señala el periodista y documentalista ucraniano Ígor Piddubny.

«Hace casi 30 años nos hicimos independientes, pero Rusia no se ha enterado», lamenta, al indicar que Kiev defiende desde hace décadas que las relaciones entre ambos países «no se pueden erigir sin que se tomen en cuenta los intereses de Ucrania».

Para Piddubny, es imposible predecir cuál será el futuro comportamiento del Kremlin respecto a Ucrania, y si comenzaría o no una invasión por Járkov, pero señaló que en la actual crisis hay una considerable dosis de actuación por parte de Rusia.

«Es una especie de juego, que depende mucho el grado de seguridad que se muestre: presenta un ultimátum, congrega fuerzas y luego se pasea como un mono con una granada en la mano», explica, al señalar que los europeos «no comprenden que se trata de un farol».

«Así es como vive el Estado ruso: no puede vivir sin salir borracho, sin rasgarse la camisa, sin armar un escándalo, sin tocar el bandoneón, es decir, armar bulla para asustar a todos», concluye.