El último paseo de Déborah

Jorge Morales (EFE)
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Diez días después de su desaparición, el cuerpo desnudo de la joven de 21 años fue hallado en una cuneta a 45 kilómetros de donde fue vista por última vez

El último paseo de Déborah

Una chica de 21 años sale a correr y nunca más regresa a casa. Diez días después, una mujer descubre su cadáver desnudo en una cuneta a 45 kilómetros de donde fue vista con vida por última vez.

La Policía halla restos de semen en su zona genital y en un preservativo tirado en el suelo, pero desde el principio descarta la hipótesis de una agresión sexual. Los investigadores se inclinan por considerarlo parte de un montaje plagado de pistas falsas para desorientarlos. La autopsia señala como causa del fallecimiento la asfixia, sin concretar si pudo ser provocada, pues no se apreciaron lesiones ni indicios de estrangulamiento en el cadáver, y también apunta a la posibilidad, aunque remota, de una muerte súbita. Las pesquisas se centran en el entorno de la joven y su expareja sentimental se convierte en principal sospechoso, aunque nunca ha sido detenido ni investigado formalmente.

Esta es la historia de Déborah Fernández-Cervera, cuya pista se perdió en la tarde del 30 de abril de 2002, después de salir a correr con su prima por la zona de la playa de Samil, en Vigo (Pontevedra).

Al acabar de hacer ejercicio, la protagonista de esta historia le dijo a Nuria, su prima, que no acudiría a una cena con su pandilla de amigos esa noche, que prefería alquilar la película Amélie en el videoclub y verla en casa. Se despidió de su prima y a apenas unos 600 metros de su domicilio dos testigos afirmaron que la vieron en la conocida como «curva del Matadero».

En un videoclub en Canido, a unos cinco kilómetros de distancia respecto a aquel punto, la dueña y una empleada confirmaron a familiares de Déborah que, efectivamente, alquiló la cinta francesa entre 15 y 20 minutos más tarde, lo que alimenta la tesis de que entre medias se subió a un coche por su propia voluntad. A partir de ahí se le pierde el rastro.

Lo que sucedió a continuación únicamente lo sabe la persona que, sola o con la ayuda de terceros, abandonó su cadáver desnudo, cubierto apenas por unas ramas en sus partes íntimas, en una cuneta de la carretera C-550 en O Rosal 10 días después de su desaparición.

¿Fue una muerte accidental? ¿Hubo premeditación? Si fue un crimen, ¿cuál pudo ser el motivo, a quién interesaba quitársela de en medio? ¿Por qué conservaron el cadáver, previsiblemente en un congelador o en una cámara sellada, y lo lavaron antes de dejarlo a la intemperie? Todas estas preguntas siguen sin respuesta en una causa judicial que fue archivada en 2010.

Sin embargo, una campaña impulsada por la familia de la joven ante la proximidad de la prescripción del delito permitió la aparición de nuevos testimonios y la práctica de nuevas diligencias que derivaron en su reapertura, nueve años más tarde, por parte de un Juzgado de Instrucción de Tui.

El pasado octubre declaró por primera vez en sede judicial y en condición de testigo la madre de Déborah. El pasado febrero fue el turno del padre.

El objetivo de las pesquisas es reconstruir las horas previas y posteriores a la desaparición de la chica, y para eso se ha vuelto a citar a personas de su círculo de amigos y familiares.

 

Un sospechoso recurrente

Quien aún no ha llegado a declarar en el juzgado en todo este tiempo es la expareja de Déborah. Pero sí ha testificado ante la Policía, al menos en cinco ocasiones.

En el auto de archivo de la causa de septiembre de 2010, la juez instructora esgrimía que durante ocho años el exnovio fue «objetivo prioritario» de la investigación policial porque en ese tiempo dio «versiones contradictorias» sobre «aspectos relevantes sobre lo que hizo» antes y después de desaparecer la víctima. Ahora bien, sobreseyó las diligencias al prevalecer la falta de testigos y pruebas biológicas que lo pudieran incriminar sobre «simples contradicciones».

A grandes rasgos, el ex de Déborah alega en su descargo que aquella tarde, a aquella hora, cuando la joven fue vista con vida por última vez, estaba jugando un partido de fútbol sala, y que por la noche durmió en casa de sus padres tras ir a cenar con unos amigos.

Mientras, los familiares repiten una y otra vez que no pretenden poner el dedo acusador sobre nadie, solo conocer la verdad. 

No obstante, en la reconstrucción de los hechos, sus abogados inciden en varios detalles que alimentan viejas sospechas. Destacan que el mismo día en el que desapareció Déborah su exnovio había regresado de Argentina tras varios meses fuera y que desde aquella nación había recibido amenazas de una chica con la que, según conjeturan, el joven estaba manteniendo una relación sentimental. También recalcan que ese día la muchacha tuvo constantes cambios de humor, como cuando acudió a hacerse la manicura y en la peluquería habló con su ex por el teléfono.

Y, finalmente, aluden a que días después del hallazgo del cadáver, aquel comentó ante varios familiares de la chica que se había olvidado una caja de langostinos en el maletero de su coche y que un trabajador del estacionamiento donde lo aparcó le preguntó qué guardaba allí que «olía a muerto».

Quejas de la familia

La familia Fernández-Cervera no se encuentra ni mucho menos conforme con la investigación del caso en vista de los múltiples errores, omisiones, dilaciones y denegaciones de testimonios y pruebas solicitadas que, a su juicio, se han producido a lo largo de estos casi 18 años.

Errores que, según denuncian, atañen a los interrogatorios en sede policial, a las tomas de muestras biológicas, a las conclusiones de la autopsia -que no descarta del todo la muerte súbita- o a la tardanza en realizar pruebas específicas como el análisis del disco duro del ordenador de la joven o del tráfico de llamadas de su móvil, que, aseguran, desapareció en Comisaría.

Precisamente en la Comisaría de Vigo Redondela evitan dar la réplica y se ciñen a todo lo actuado y enviado a las instancias judiciales.

Remiten también a la profesionalidad de los seis equipos policiales, los siete jueces y los tres fiscales involucrados en la investigación de un caso que causó una enorme conmoción en Vigo, donde aún hoy se pueden ver carteles que piden «Justicia para Déborah».