Las dos caras de lo ecológico

M.H. (SPC)
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El ahorro en fitosanitarios y los beneficios medioambientales se ven ensombrecidos por el descenso en los rendimientos respecto a las producciones convencionales

Las dos caras de lo ecológico - Foto: Reyes Martínez

Para la Unión Europea (UE) impulsar la agricultura ecológica es una prioridad política y, en consecuencia, se ha fijado objetivos en este sentido. En concreto, se pretende que el 25% de la tierra cultivable sea ecológica para 2030, tal y como señala su principal estrategia alimentaria, 'De la granja a la mesa'. Pero, ¿qué consecuencias acarreará esta transición en el modelo de producción?

Durante diez años, investigadores de la Universidad Técnica de Munich, con el apoyo del Ministerio de Agricultura alemán, siguieron de cerca 40 granjas orgánicas y 40 convencionales para recopilar y contraponer datos. El autor principal de este estudio, Kurt-Jürgen Hülsbergen, explica que tras comparar y poner precio a los impactos negativos de la agricultura orgánica y de la convencional en el clima y el medio ambiente, concluyeron que estos costes implícitos son entre 750 y 800 euros más altos por hectárea en la agricultura convencional.

Según el investigador, varios factores clave ayudan a que las explotaciones orgánicas sean menos dañinas para el medio ambiente que la media de las convencionales. «Por un lado, la agricultura orgánica usa mucho menos nitrógeno: 20 kilogramos por hectárea, en comparación con un promedio general de 80 a 100 kilogramos en Alemania y este es un logro destacable». Esto es porque la agricultura orgánica no utiliza fertilizantes minerales a base de nitrógeno, sino que en su lugar depende de abonos orgánicos como el estiércol o el compost, al tiempo que mejora la fertilidad del suelo a través de ciertos métodos agrícolas. Además de minimizar las emisiones perjudiciales de óxido nitroso, detalló Hülsbergen, esto también significa que la agricultura orgánica consume mucha menos energía y agua, ya que la producción de fertilizantes sintéticos necesita mucho de ambas cosas.

El experto también destacó el mejor desempeño de la agricultura orgánica cuando se trata del trato a los suelos agrícolas y de su capacidad para almacenar carbono, al funcionar como sumideros. Las técnicas que se utilizan a menudo en la agricultura orgánica, como los diversos sistemas de rotación de cultivos adaptados a las características específicas de la tierra, pueden traer «enormes beneficios de almacenamiento de carbono», subrayó Hülsbergen.

El uso de productos fitosanitarios más naturales y menos agresivos también es un punto a favor del modelo ecológico. La fauna y la flora que convive con los cultivos o hace vida en los alrededores se ve beneficiada por la ausencia de químicos y la cadena trófica recupera algunos eslabones imprescindibles, como gran cantidad de especies de insectos y las plantas adventicias que les proporcionan cobijo y alimento.

Y también cabe destacar que, al no depender de fertilizantes químicos, el incremento de precio de los productos ecológicos ha sido menor que el de los convencionales en el último año y medio. El precio de la mantequilla en los supermercados alemanes, por ejemplo, se incrementó en un promedio del 59% para los productos convencionales entre noviembre de 2021 y noviembre de 2022, en comparación con el 29% de la mantequilla orgánica, según datos recopilados por la asociación alemana de alimentos orgánicos BÖWL.

Casi el doble.

Es obvio que lo ecológico (u orgánico, o biológico, como también se denomina) ofrece muchos beneficios, sobre todo medioambientales; pero igual que tiene una cara, este modelo también muestra su cruz: la agricultura biológica aún produce significativamente menos alimentos por unidad de superficie, es decir, brinda rendimientos más bajos que la convencional.

«La agricultura orgánica ofrece muchas ventajas: desde precios estables hasta la reducción en la necesidad de aporte de nutrientes e ingredientes activos introducidos en el medio ambiente. Pero el estudio muestra claramente que este modelo productivo requiere casi el doble de tierra por unidad de grano que la agricultura convencional», explica Peter Breunig, profesor de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Weihenstephan-Triesdorf.

Esto supone un problema nada desdeñable, sobre todo en un entorno como es la Unión Europea, que resulta ser ya bastante dependiente del grano. Una reducción a la mitad de la producción no sería ningún empujón para la soberanía alimentaria que, supuestamente, se quiere alcanzar. Y lo que es aún peor: los alimentos que dejen de producirse aquí tendrán que llegar de terceros países, que en muchos casos están empleando fitosanitarios que aquí se prohíben por razones medioambientales o de salud humana.

«En Alemania y la UE ya necesitamos más tierra para la agricultura de la que está disponible», enfatiza Breunig. «Cada aumento en la demanda de tierras, ya sea del lado de la oferta o de la demanda, aumenta la presión global sobre las áreas naturales con consecuencias para el clima y la biodiversidad». Por ejemplo, si una granja cambia de agricultura convencional a orgánica, necesitará más tierra para producir la misma cantidad de alimentos que antes. Esta tierra adicional deja así de estar disponible para utilizarse de una forma más beneficiosa para el clima y el medio ambiente, como pueda ser plantando o protegiendo los bosques. «El hecho de que la expansión de la agricultura orgánica siempre genere beneficios para la biodiversidad y el clima se cuestiona cada vez más en la comunidad científica», concluye el profesor Breunig.

Hülsbergen también admite que existe «una brecha de rendimiento en comparación con la agricultura convencional». Sin embargo, se muestra optimista y resalta que se deben tomar medidas para ayudar a la agricultura orgánica a ponerse al día. «Desde mi punto de vista, esto puede ser posible; para lo que necesitamos investigación, desarrollo y optimización del sistema».

 

Plaga de langostas.

A primeros de junio del año pasado, la comarca pacense de La Serena sufrió, como casi todos los años por esas fechas, un crecimiento desmesurado de la población de langostas, aunque más acentuado que otras campañas. Cientos de hectáreas de cultivos y pastos quedaron arrasados o muy dañados, con el consiguiente perjuicio para los agricultores y ganaderos de la zona. La Mesa de la Langosta, que reúne a la Junta de Extremadura, ayuntamientos, organizaciones agrarias y cooperativas, Universidad y a diversas asociaciones ecologistas, reunida por esas fechas, señaló a las superficies en ecológico, en auge en esa zona, como origen de la superpoblación de estos insectos. Al no usarse plaguicidas químicos en estas superficies y tenerlos muy limitados los agricultores convencionales por encontrarse en una ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), las langostas camparon a sus anchas por las parcelas con unas consecuencias desastrosas. Por casos como este, el sector en general reclama que el giro verde que está dando la política agraria de la UE se dé con cabeza y paciencia, evaluando las posibles consecuencias.