Dan por «perdida» la Semana Santa y ya miran al verano

Leo Cortijo
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La suspensión de las procesiones y el cierre perimetral, sin la posible visita de madrileños y valencianos, supone que este periodo, clave para el sector, ofrezca pocas esperanzas sólo con los turistas de la región

Un trabajador del sector de la hostelería prepara una mesa para unos clientes en la terraza de un restaurante de la Plaza Mayor. - Foto: Reyes Martínez

La Semana Santa es la principal patata caliente que ahora mismo tienen entre las manos los que manejan las riendas de la gestión de la pandemia. El debate se centra en qué tipo de restricciones deben establecerse entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. Si algo quedó claro después del Consejo Interterritorial de Salud es que no hay consenso. Las negociaciones entre el Gobierno y las autonomías no lograron la fumata blanca en torno a un pilar fundamental: el cierre perimetral de los territorios. Un abanico importante de comunidades, la mayoría, y entre ellas Castilla-La Mancha, aboga por mantener cerradas las fronteras. Sin embargo hay una de ellas, Madrid, y no es una cuestión menor por el peso específico que tiene, opina totalmente lo contrario.

Esta situación, a tres semanas del Viernes del Dolores, es precisamente un dolor de cabeza para Cuenca, que no puede vivir de espaldas a la decisión que se tome en la capital de reino. Madrid es uno de los principales ‘clientes’ de la Cuenca turística, y más en unos días tan señalados como los de la Semana de Pasión. Está claro que la celebración de este año no es, ni de lejos, la habitual, y aunque los pasos de las hermandades no puedan lucir por las calles de la ciudad, los hosteleros sí albergaban alguna esperanza de que estos días pudieran servir como «bombona de oxígeno».

Con las fronteras cerradas y sin la posible visita de madrileños y valencianos, fundamentalmente, consideran que este periodo, otrora punta de lanza en la facturación anual, pasará apenas sin pena ni gloria, centrados únicamente en los clientes locales y en los visitantes de la propia región.

Y eso «no es suficiente» aunque sea mejor que nada. Así lo explica el presidente de HC Hostelería Casco Antiguo, Cristian Sánchez, que asume con «resignación» las decisiones que marcan las autoridades sanitarias. «Tenemos que aceptarlas, pero esperamos que sean efectivas de cara al verano», hasta el que esperan «no volver a sufrir» ningún otro cierre. La lectura general pasa por sacrificar la Semana Santa para después disfrutar de una temporada estival plena. Un «esfuerzo», dice, que espera que tenga su recompensa, aunque comenta con cierto temor que la situación es «cambiante semana a semana».

Un parecer muy similar tiene su homólogo en la Agrupación Provincial de Hostelería y Turismo, José Manuel Abascal, que recuerda el «esfuerzo» que ya hicieron en Navidad y que luego no tuvo su eco, pues se vieron obligados a echar la persiana. En su caso concreto, como director de uno de los principales hoteles de la ciudad, explica que las expectativas de cara a Semana Santa, por el momento, son «mínimas». Con el cierre perimetral, todo se fía a los clientes castellano-manchegos, de los que espera «algún pequeño repunte de última hora» conforme se acerquen los días clave. Aunque eso será, sentencia, algo «testimonial».

El hecho de que no puedan venir en Semana Santa turistas de otras comunidades afecta sobre todo a los hoteles y a los diferentes alojamientos que ofrecen sus servicios en la capital y en la provincia. Pero también, aunque en menor grado, al conjunto de la hostelería y el comercio. «Esta semana es una inyección muy fuerte para la ciudad y no es que se pierda al cien por cien, pero sí se reduce bastante con la suspensión de las procesiones», subraya Sánchez.

Mirar al futuro. Nadie olvida lo que la Navidad trajo consigo y las restricciones tan severas a las que obligó para contener la expansión del virus. El presidente de HC Hostelería no quiere ni imaginar el hecho de volver a pasar por una situación así, por eso aboga por conseguir ese «equilibrio» que permita la viabilidad de una «gran cantidad de pequeños negocios». En definitiva, «poder disfrutar de un ambiente social con seguridad en la hostelería». Abascal incide por su parte en la factura que han pagado como empresarios y por eso pide «respeto, prudencia y responsabilidad». No quiere que el renunciar a la Semana Santa sea «en vano». Sánchez, en esta misma línea, hace hincapié en que las restricciones «tienen que ser parte del pasado», y es que «a partir de ahora hay que construir poco a poco esa normalidad sin volver a retroceder».

Ahora el chaparrón es menor que hace unas semanas, aunque no siempre llueve a gusto de todos. Desde la reapertura, además del turismo regional, el responsable de HC Hostelería nota que los conquenses «vuelven a disfrutar» del Casco los fines de semana. Y eso, apunta, «es la mejor noticia, porque la gente se ha dado cuenta de que es necesario tener una zona viva en la parte antigua de la ciudad». Eso ha supuesto un oasis en el desierto para los bares y restaurantes de la zona, algo que ayuda a compensar en una mínima parte la gran disminución de afluencia entre semana, que «nada tiene que ver con la de otros años». Ahora bien, los hoteleros –en los que Abascal pone el foco– tienen una situación más compleja, y «no será mejor» hasta que la movilidad sea total. Hasta entonces, sólo queda «aguantar».