El abonado pide un cambio

Vidal Maté
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Agricultura plantea una hoja de ruta para lograr mayor eficiencia en la fertilización, con un uso ajustado a cada parcela que rebaje el coste y mejore la sostenibilidad de los suelos

El abonado pide un cambio

Al margen de los piensos, la partida de los fertilizantes (junto con la referida a la energía, gasóleo, luz y lubricantes), con una facturación superior a los 2.000 millones de euros, constituyó uno de los costes de producción más elevados en el sector agrario en 2021 según las cuentas del Ministerio de Agricultura. Este gasto, consecuencia de la evolución de los precios de las materias primas en los mercados mundiales, especialmente el gas, junto a los otros medios necesarios en la producción y para la comercialización, ha sido igualmente uno de los que más se ha incrementado en la última campaña con subidas superiores al 200%.

Esta circunstancia hace que, en muchos casos, sea inviable su utilización en las dosis que serían necesarias y, en otros, que muchos agricultores se planteen reducir drásticamente su consumo ahora en sementera y esperar al abonado en los próximos meses a la vista de cómo evolucione el cultivo y los precios de las producciones agrícolas. Además, a causa de la sequía, hay miedo a tirar un abono caro sin tener claro su posible impacto en la producción y en los rendimientos económicos.

Pero los gastos en fertilizantes son igualmente una de las partidas donde en medios oficiales se considera que es preciso y posible adoptar diferentes medidas encaminadas a mejorar el sistema de abonado para lograr la misma eficiencia. Se trataría de reducir el consumo con un ahorro para el agricultor, moderación de las importaciones y, a la vez, lograr unos suelos más sostenibles.

En esta dirección, desde la Administración se habla del desarrollo y puesta en marcha de una hoja de ruta para lograr estos objetivos. Y más en un tiempo como éste, en el que los precios de hallan disparados hasta el punto de que ya han provocado un descenso en el empleo de fertilizantes, de los que existe además una fuerte -excesiva- dependencia del exterior para medio de producción tan importante como es la agricultura.

Según los datos manejados por las empresas más grandes del sector y por su patronal, en la que se integran 14 firmas nacionales y extranjeras con 19 plantas, en la última campaña el uso de fertilizantes se redujo aproximadamente en un 25% hasta una cifra solo ligeramente por encima de los cinco millones de toneladas. Desde los fabricantes se apunta que, de cara a esta sementera, no existe ningún problema de abastecimiento para cubrir las necesidades históricas de la demanda del sector. Se reconoce el fuerte incremento de los precios por circunstancias ajenas a la actividad de las fábricas y debidas a la convulsión de los mercados, lo que afectaría al consumo.

En la base de esa hoja de ruta para una mejor y más razonable fertilización del sector agrario se halla el proyecto de real decreto sobre Suelos Sostenibles para su aplicación en el horizonte de 2025. En esta norma además se plantea una reducción de los gases causantes de efecto invernadero con el empleo del amoniaco en el ojo del huracán, evitar la contaminación de las aguas, una reducción de la acumulación de metales pesados en el suelo, la defensa de la biodiversidad y el mantenimiento de la materia orgánica en la tierra. Agricultura pretende que cada explotación disponga de un cuaderno y de un plan de abonado plurianual de tres años para los secanos y de dos en el caso de los regadíos.

En esta estrategia, como punto de partida se halla la necesidad de que se desarrolle una política de información y de asesores pegados a las explotaciones. Como base del cambio, se haría necesario un análisis de suelos como mínimo cada cinco años en regadíos y cada 10 en secanos para saber cuáles son las necesidades de abonado en cada tierra y cada tipo de cultivo.

En este escenario, desde Fertiberia, la mayor empresa de origen nacional en el sector, se abunda en que mantiene su política de realizar análisis de tierra entre sus clientes a una media de 10.000 anuales de cara a lograr ese objetivo de que cada agricultor disponga de datos sobre las necesidades de cada tierra. Desde Agricultura se considera que en esta línea deberían jugar un papel más dinámico las comunidades autónomas en base a las diferentes transferencias de competencias que tienen.

Abonar a ojo siguiendo la tradición era algo habitual en las últimas décadas, de lo cual aún quedan residuos. Hoy, en base a los análisis de los suelos para detectar sus necesidades, además con la posibilidad de utilizar nuevas tecnologías para la aplicación de los fertilizantes en cada zona de cada parcela, las posibilidades de ahorro y, a la vez, de lograr una mayor eficiencia, se multiplican. Administración, usuarios y las propias industrias fabricantes coinciden en que en la actualidad la política de fertilización del campo es un sistema a mejorar, tanto en el empleo de abonos inorgánicos, como en el uso de los abonos orgánicos. De estos últimos, en España, según las cifras manejadas extraoficialmente, se habla de una producción de unas 100 millones de toneladas de basuras o estiércol y, sobre todo, de 48 millones de metros cúbicos de purines, cuyo empleo sigue siendo un motivo de polémica por su impacto sobre los suelos y aguas si no se hace correctamente.

Aunque suene extraño, España, según los datos manejados por Asociación Española para la Digitalización de la Agricultura, es unos de los países punteros en el mundo, junto a Estados Unidos e India, en el desarrollo de pequeñas empresas en este segmento para incrementar en la agricultura y la ganadería el uso de la inteligencia artificial, el empleo de drones y sistemas de GPS en la maquinaria, el uso de satélites y el de sensores para ver la necesidad o problemas de cada parcela en materia de plagas, abonos o agua de cara a sus tratamientos correspondientes.

Un cambio en esta política significaría un paso positivo para el agricultor, logrando un ahorro y la misma eficiencia y un beneficio para los suelos y apoyando un futuro sostenible y unos suelos vivos, frente al abuso y uso inadecuado de los abonos inorgánicos y la acumulación de materiales pesados.

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