Para chuparse los dedos

Leo Cortijo
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Maribel plasma sobre un material efímero y dulce como es el chocolate, el deseo de alguien que en el fondo no quiere comerse la pieza porque el resultado es maravilloso como objeto de regalo.

Para chuparse los dedos - Foto: Reyes Martínez

Una de las frases que más escucha Maribel en boca de sus clientes es «¡Si es que hasta da pena comérselo!». Y no es de extrañar porque lo que ella hace sobre las tabletas de chocolate es mucho más que cincelar encargos de todo tipo. Bien mirado, es arte. Es dibujar sobre un material efímero y dulce el deseo de alguien que en el fondo no quiere comerse la pieza porque el resultado es maravilloso. Y ahí está el gran debate moral... La repostera es práctica y a todo el que llega a su tienda con esa duda le dice que se llevo dos, una para comer «porque al fin y al cabo esto hay que disfrutarlo», y otra para guardar de recuerdo.

Nunca antes se había dedicado a trabajar este delicioso material, pero un día le regalaron una tableta con un diseño personalizado y su cabeza empezó a gestar ideas, y como ese sello propio sobre el chocolate, por ejemplo, podía tener motivos semanasanteros. El proyecto final terminó naciendo en la Navidad de 2020, uno de los momentos de mayor actividad para Maribel. En las últimas fiestas navideñas, sin ir más lejos, utilizó 110 kilos de chocolate. Casi nada...

Ahora también son épocas frenéticas en el obrador de esta artista, y es que no hay nada más made in Cuenca para llevar al chocolate que nuestra Semana de Pasión. Cualquier detalle vale, desde los escudos de las hermandades hasta las imágenes de las pasos, pasando por las iglesias donde reciben culto. Y todo a través de diferentes técnicas y métodos. No hay nada que se le resista a Maribel. Impresión por transferencia, con láser o con molde. Pintura en polvo para la base y manteca de cacao coloreada para que luzca a la perfección. Todo vale para aportar el mayor realismo posible a las piezas y, claro está, así de bien (y de buenos) lucen los resultados. Tanto éxito tienen estas personalizadas tabletas de chocolate, que empieza a vender fuera de las fronteras conquenses. León, Ávila, Lugo, Pontevedra, La Coruña o Barcelona son algunos de los destinos a los que exporta sus productos. El modus operandi siempre es el mismo: contacta con pastelerías de la ciudad, les ofrece productos personalizados como la muralla abulense o el Parque Güell barcelonés, y si gusta –que suele gustar– comienzan a vender.

Lejos de lo que pudiera parecer, trabajar el chocolate es «muy complicado» y hasta «desagradecido» porque tiene un margen de maniobra muy pequeño. «No te puedes mover de un grado o grado y medio de temperatura porque si no cristaliza y ya no vale», comenta Maribel. Por otro lado, si se calienta demasiado puede correrse el riesgo de que se pegue al molde. Si la pieza no llega a buen puerto su triste final termina siendo lo que ella llama entre risas la «caja de escombros». O lo que es lo mismo, chocolatinas defectuosas para su venta pero perfectamente comestibles. Y así pasa, que cuando acude algún amigo o familiar al obrador, pronto echa mano a esos escombros que tan buenos están.

El producto que prepara Maribel no solo es espectacular por fuera, sino que también lo es por dentro, y es que la materia prima con la que trabaja es de la «máxima calidad». Con el deseo de abrir «todo lo posible» el abanico de clientes, el chocolate con el que maniobra no tiene gluten ni lactosa, y además es muy sensible con los alérgenos. Lo más importante de todo es que estas tabletas de chocolate negro, blanco, con leche o con sabor a caramelo, se disfruten mucho y muy bien. Y si no es en forma de tableta, con bombones... Maribel prepara unos con un toque de resoli con forma de nazarenitos que están para chuparse los dedos. Y podemos dar fe de ello...