María de Albornoz, la venganza de una esposa humillada

Luz González
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María de Albornoz, la venganza de una esposa humillada

María es una de las pocas mujeres conquenses que tienes protagonismo en la historia y en la literatura española, pero desgraciadamente, por ese ninguneo ancestral que se viene ejerciendo con la mitad de la humanidad que somos las mujeres, no se habla de ella en Cuenca ni en ninguna parte. Y cuando lo han hecho, por ejemplo el escritor Mariano José de Larra, tampoco han sido muy benevolentes con ella. Era la octava señora del Albornoz y tercera del lnfantado, una ricahembra con posesiones en más de treinta pueblos. Empecemos por recordar quién fue María, después hablaremos de su humillación y más tarde de su venganza.

María nació en Cuenca, probablemente en su castillo de Torralba, en 1386. Era hija de Juan Gómez de Albornoz, copero del rey Juan I, y de Constanza de Castilla, hija bastarda de don Tello, el hermano gemelo del rey Enrique II, nieta por tanto de Alfonso XI y de su amante Leonor de Guzmán. Su padre, hijo de Gómez García de Albornoz, murió antes de haber cumplido ella los dos años, convirtiéndose en la heredera más rica de toda Castilla. Este abuelo Gómez García de Albornoz le había comprado las tierras del marquesado de Villena que el marqués, duque de Gandía y condestable del reino, había tenido que vender para pagar el rescate de sus dos hijos, hechos prisioneros en Francia.

El duque de Gandía y marqués de Villena, arruinado, que no le podía dejar a su nieto ni siquiera el título de marqués de Villena, porque se lo había retirado el rey, decidió casarlo con María, para que de esta manera recuperara las tierras que le hubieran pertenecido si él no se hubiera arruinado. 

La fama de María estaba en entredicho, se decía que era amante del rey don Enrique el Doliente, pero esto al novio entonces no le importó. Era un hombre sabio, el más sabio de su época según las crónicas, el que introdujo el Renacimiento en España y el que tuvo la biblioteca mayor y más importante del reino. O quizá se enteró tarde, a los dos años de haberse celebrado la boda, porque fue entonces cuando decide dejar a su esposa para irse por esos mundos y hacerse caballero andante. 

El tío de este Enrique de Villena, que así se llama el aspirante a Quijote, el rey Martín el Humano, que protege a este sobrino suyo huérfano de héroe y arruinado por culpa de su abuelo, le escribe una carta recomendándole que siga en su casa con su esposa, que será de mayor provecho para el reino que se quede y cuide de su hacienda. El caso es que este rey debió conspirar con el rey de Castilla, que también era de la familia y decidieron nombrarle maestre de la Orden de Calatrava para que no se fuera. La oferta era tentadora, esta Orden de Caballería era de las más ricas y poderosas del reino. El problema era que para formar parte de ella debía ser monje célibe y don Enrique estaba casado. Algo que resolvieron de la manera más fácil, pidiendo el divorcio alegando que era impotente.

María estuvo de acuerdo con el divorcio. Según la Crónica del Halconero de Huete, este nombramiento lo hizo el rey para alejar al marido de María, para estar con ella sin estorbos, según investigadores actuales, pudo no ser así. El caso es que cuando murió el rey, Enrique de Villena dejó de ser maestre de Calatrava. Los caballeros de la Orden no lo querían porque había tenido la osadía de ordenar que dejaran a sus mancebas, él, que además de estar casado, según el retrato que le hace Fernán Pérez de Guzmán en Generaciones y Semblanzas, era «dado a la comida y a tener muchas mujeres». De hecho, tuvo dos hijas ilegítimas, una de ellas la escritora Isabel de Villena.

Llegamos a la venganza. María en vida de su marido, arruinado y destituido del cargo, al que solo le quedaba el señoría de Iniesta, uno de los más pequeños del reino de Castilla, que no tenía caballerías suficientes ni para arrastrar un carruaje, le deja su herencia a su primo don Álvaro de Luna, que encima había sido luchado en el bando contrario al de su marido en el pasado, cuando don Enrique apoyaba a sus primos los infantes de Aragón, contra Juan II, refugiado en el castillo de Montalbán, de donde lo sacó su valido, el conquense don Ávaro de Luna.

Respecto al protagonismo literario de María de Albornoz, recordemos su aparición, aunque no con mucha fortuna, en la novela el doncel de don Enrique el Doliente. Larra la presenta como una víctima de las ambiciones de su marido, que la encierra en el calabozo de un castillo para que se muera olvidada por todos y él poder ser comendador de Calatrava. María solo es personaje secundario, víctima de su malvado marido, salvada de la muerte por la denuncia que su criada Elvira hace ante el rey. 

La novela, justamente olvidada, que desmerece entre la valiosa producción de su autor, se hizo famosa hace unos años porque fue el regalo de compromiso que la reina Leticia, por entonces solo futura reina, le hizo a su prometido Felipe de Borbón. Aún así, no recomiendo que se la lean, mejor busquen en las biografías Enrique de Villena, retrato de un perdedor, de Aurelio Pretel, y María de Albornoz y Enrique de Villena, su relación con Cuenca, de los conquenses Carlos y Juan Carlos Solano.