El equilibrio y el sufrimiento

Diego Izco
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Si el reparto televisivo se iguala, las distancias entre plantillas se acortan y cada vez tiene más mérito ganar... incluso con la lengua fuera ante rivales que no se juegan nada. Y claro, de «sufrir» el Atlético sabe más

El equilibrio y el sufrimiento - Foto: JUAN MEDINA

Decía uno de los analistas ‘top’ de este país, de forma terriblemente optimista, que no es que la Liga hubiese bajado el nivel, sino que las distancias se habían acortado entre la clase alta y la media. Aunque es muy probable que no es así (este año podrías salvarte con 34 puntos, algo inaudito), tal vez haya que darle una oportunidad a esta vía: que en el minuto 80 de la penúltima jornada el Atlético fuese perdiendo su partido ante un Osasuna que no se jugaba nada, que el Real Madrid caminase sobre el alambre del 0-1 ante un Athletic que no se jugaba nada o que el Barça hincase la rodilla en esta Liga (1-2) ante un Celta que no se jugaba nada nos hace pensar que quieren ‘huir’ hacia la Superliga porque su insultante dominio, quizás basado en una injusticia de reparto poco equitativo, se va evaporando poco a poco. 

 

Dos descartes

Si el ‘Atleti’ termina llevándose la Liga, tres serán los nombres propios del campeonato, dos de ellos descartes de sus grandes enemigos deportivos directos. Uno Suárez, un ganador nato que se quitó el Barça que lo intentó de todas formas hasta que lo logró;otro Marcos Llorente, un prodigio físico que se quitó el Real Madrid que ha crecido como nadie esta temporada (23 goles rojiblancos llevan su nombre o su apellido:goles más asistencias). El tercero es Oblak, el que hace milagros cuando a los demás les tiemblan las piernas. 

 

Dejarse ir

Los equipos grandes, los que en principio están obligados a ganarlo todo y encajan estupendas crisis en cuanto ligan apenas un par de empates consecutivos, se dejan ir muy mal. No saben hacerlo. En la época reciente, este Barça no ha hecho lo que algunas veces sí ha hecho el Real Madrid:terminar Ligas a 10-15 puntos de la cabeza, dedicándose a otras cosas por lo visto más interesantes que «competir». Con Messi en sus filas, el Barcelona es obligatoriamente competitivo hasta que se pega un tiro en el pie. Lo hizo ante el Granada y, desde entonces, el equipo ha languidecido hacia la nada.