Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


La nieve en abril

07/04/2022

La nieve en abril es el hipérbaton de la Naturaleza, las cosas alteradas de sitio, la sintaxis latina de Salustio en lugar de la ordenada de Cicerón o Julio César. Es una estampa a destiempo, un velado de fotografía, una ronda sin pagar. Las nieves sobrevenidas en primavera son los vencimientos a crédito, un descubierto en el banco, la juerga pendiente de una noche de farra. Lo que no llegó en enero, alcanza ahora el mes de abril y pide crédito para jugar otra ronda. Los cultivos de la tierra se han quemado con el frío de la nieve y la helada es el costurón por el que sangra el costado del invierno. Ha llegado Semana Santa, pero es como si estuviéramos en enero… Los Reyes Magos parecen más propios ahora que Poncio Pilatos. A quién venís a buscar… Entre un buey y una mula, un niño nacido en el portal.
La nieve en abril es la juventud de los cuarenta, la vida del revés, el follamen a destiempo. Aunque no lo veas sobre la nieve, en el fondo hay pastillas del colesterol y el azúcar. Quien no toma nada a partir de los cincuenta, es que ya no está en este mundo. La belleza de la nieve en abril es directamente proporcional a la fundición de su deshielo, a un espectáculo de la Naturaleza, a un balcón abierto a las claritas del día. El fulgor de la mañana se funde en destellos de blanco, cal y brillo, mecido en una llanura de tiempo y olvido. Los copos se mecen entre las viñas y olivos, los únicos que aguantan este órdago desorejado. El resto de frutales y plantas sufren como un adolescente, entre la curiosidad y la vida, a medias del suicidio y el hálito, con la primavera y la escarcha. Estas mañana de frío y hielo son el recuerdo de la muerte temprana, las campanas doblando a medianoche, el silbido de la madrugada. El frío duro de abril son margaritas desdobladas, un campo sin mañana, un amanecer prematuro. El vino lleva su tiempo y el aceite sus motivos. Todo lo contrario a ello es contraviento de angustia y miedo.
Abril es el mes más bello del año si no fuera por noviembre. El otoño le gana a la primavera, aunque solo sea por el tiempo acontecido. Los colores de ahora son mucho más vivos y entusiasmados, pero se han perdido o no han ganado todavía el rédito que da la vida. La senectud del otoño son sus brillos alicaídos, la primavera invertida, la comprensión del misterio. Ya me gustaría ser siempre joven bacante para celebrar la vida igual que Diónisos hacía con sus doncellas. Pero las nieves copan las cimas de los árboles y cada polvo es un milagro de la Naturaleza, un descuido del destino, una caricia en el alma. Entre esto y Ucrania, la primavera crece en tallos profundos hacia la tierra.
Ha nevado en abril y guardaremos en la retina los campos blancos con frutas rojas y verde al fondo. Las montañas se han vestido de gala cuando no correspondía y los hombres abundan en el desconcierto y la atonía. Un copo de abril es la corchea, el silencio y la fuga de un romance de primavera. Carlos Cano dijo que abril era para soñar y encontrar un nuevo amor, salvo cuando la vida se emperra y expende certificados de supervivencia. La primavera ha nacido amarga y ni El Corte Inglés se atreve con ella. Para el Viernes de Dolores y el Domingo de Ramos dan bueno, pero el agua se filtra entre cadenas, cruces y sandalias. Quién me presta una escalera pare quitarle los copos a la primavera. Los lirios tiemblan de frío mientras se yerguen enhiestos los ciriales. Una torrija de viento y nieve marca el paso nuevo de esta primavera desharrapada. El Calvario hoy es una gasolinera sin atender a las cuatro de la mañana.

Ha nevado en abril y guardaremos en la retina los campos blancos con frutas rojas y verde al fondo»

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