Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Caballo de Troya

08/06/2021

Un caballo de Troya es un regalo envenenado. Los independentistas catalanes lo sabían perfectamente y su intención no solo era hacerle uno a Pedro Sánchez, que necesitaba sus votos para la investidura como presidente del Gobierno tras ganar las elecciones de noviembre de 2019, sino luego ayudarle a vender la burra porque sabían que sus pretensiones chocarían con muchas dificultades. A cambio de los votos, Sánchez aceptó la creación de una mesa de diálogo con el Govern de la Generalitat que le originó innumerables quebraderos de cabeza y ataques políticos sobre sus supuestas intenciones de acabar con la unidad de España y otros males que en ningún caso se han concretado.

Aquel caballo de Troya quedó aparcado en un rincón porque la pandemia del coronavirus cambió el orden de prioridades y relegó a un segundo plano el problema territorial, dado que lo prioritario para todos los gobiernos era salvar vidas, y en el caso catalán, además, quitar de en medio a Quim Torra y formar un Govern encabezado por ERC, elecciones mediante, para aparcar la vía unilateral y pasar a un proceso de acumulación de fuerzas para forzar un referéndum de autodeterminación acordado con el Gobierno central, la vía escocesa.

A pesar de los problemas que le va a ocasionar a Pedro Sánchez, como ya se comienza a reflejar en las encuestas que vaticinan un cambio de ciclo, con el PP y Vox con mayoría absoluta, el anuncio de la concesión de los indultos a los dirigentes del procés encarcelados,  es el Gobierno quien ha introducido en la escena política un caballo de Troya que ha comenzado a realizar su función en el interior del independentismo y en menor medida, pero también ha comenzado a dejarse sentir, en el seno de la oposición que comanda el Partido Popular.

Las declaraciones del líder de ERC, Oriol Junqueras, en las que descarta la vía unilateral -¿es un dirigente fiable?-, admite que los indultos “`pueden aliviar el conflicto”, y reconoce la división interna en la sociedad catalana que produjo la intentona del 1-O, además de apostar por la resolución del conflicto por vía democráticas, es un síntoma de que el regalo envenenado del Gobierno está haciendo efecto en el seno del independentismo, a tenor de las reacciones de las otras facciones del grupo. Cierto que ERC ganó las elecciones sabiéndose que abandonaría la vía unilateral, y la petición de amnistía, cada vez con la boca más pequeña, causará problemas internos, porque hay 3.000 personas procesadas que no tendrán beneficios judiciales. La futura mesa de diálogo será otro foco de tensión entre los partidarios de Junqueras y los de Carles Puigdemont. Y cuanto más dividido se encuentre el soberanismo, más tiempo tardará en acumular fuerzas. Si a eso se suma más dinero y más autogobierno para Cataluña, como ha ocurrido en el País Vasco, serán cada vez menos los partidarios de la independencia.

También para el PP los indultos pueden ser un caballo de Troya. Lo que consideraron un regalo de Sánchez que les permitía agitar la calle comienza a ser analizado de otra manera por algunos de sus dirigentes que prefieren la acción institucional, a quienes ya no les satisface tanto otra “foto de Colón” junto a Vox, y mucho menos la recogida de firmas contra los indultos, para no repetir errores.