Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Don, don, don…

25/04/2022

A muchos que nada son por no haber hecho en su vida nada que merezca la pena o digno de elogio, les dicen don, un don que ni siquiera pueden decir eso de que «el don es la herencia que mi padre me dejó». Sin ser nobles se dan a la murmuración y dicen para sí que no habrá quién les quite el don que a su nombre han endosado cuando la gana o la ganeta a ellos les dio. ¿Qué es don, y que significa? Decían los poetas: Es accidente del nombre / que la nobleza del hombre / que le tiene nos pública.  El hábito no hace al monje, ni subirse a una tribuna nos hace Séneca. Y donde digo don puedo decir señoría, de esas que así llaman desde que se bajaron los pantalones para atontar a trepas sin escrúpulos. Crápulas. Me acuerdo de la «doña», «doñe» y del don del justiciero gran… «diputade». ¡Si hablaran las vaginas! decía la doña señorita escaña en España, sin que la doña nos contara sus secretos, excretos y escrotos ni de coña. Y la doña de la que hablo hizo méritos para lo bueno y para enaltecer su don, pero se quedó con lo protervo y un mal leguleyo que, como ella, lo que ganó como tribuno por pervertir la justicia perdió, por su telúrico tergiversar y un puñado de dólares. Noble caballero es don dinero, pero ni el don ni el dinero harán nunca nobles a esos que sin dones se quedan con los dones y nuestros dineros. Sin dones los dones no son don, y sin merecerlo el que algunos se suban al don es aberración que me lleva aborrecerlos, como la pájara aborrece el nido cuando siente que han metido la mano en el nido algún entrometido que no sabía que allí guardaba su amor. Si a alguien que es noble por la nobleza de su alcurnia o su quehacer se le pone un don siempre estará bien hecho, y mentó a mi amigo don Diego que pruebas de su nobleza me dio cuando en circunstancias adversas me demostró su caballerosidad, su apuesta por mi sin más, y donde digo Diego podría decir más, que de esos amigos que sin pedir nada mucho dan, yo tengo algunos que con sola una mano se pueden contar, y esa es mi riqueza. A ellos el don les indexé cuando vi de lo que eran capaces sin llevar hábito falsario o una cruz espada en el pecho. Yo sé que muchos que tienen el don no son soberbios, algunos lo aceptan y otros lo ven como lastre por creerlo inmerecido. Más grande de verdad es el hombre que se conoce por su renuncia y sus sacrificios que aquellos que se calzan con astucia de todo aquello que el vulgo miserable aprecia. A unos les llaman don Tomas y a otros Tomas na más. Noble es el duque de Feria, que va de feria en feria luciendo sus guapuras o el cache del don que de haber nacido pobre quizá nunca hubiera merecido ni lo habría elevado en una estatua de cupido a la que muchas monas nenas se han subido para notar la dureza del mármol esculpido en su apéndice, o eso se dice. Y dicen las letrinas y un alcalde que se ha ganado su don, que no lo llamen Cupido, que es innoble su actuar en eso de las mascarillas y timada fue la capital del reino por ese Telecinco dígame de guapas sin corsé, ni en la boca ni las cosas del sostén para alegría del circo mediático que tantas visitas recibe del famoseo de los del don inmerecido y su cutrez, de los adefesios entronizados por los estercoleros de la pantalla del don Javierrociito Esteban del Pijo Matamorillos.

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