Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Silencio cómplice

03/01/2020

Lo del pacto del insomnio es de manual: se ha consumado en Navidad y con una España más pendiente de celebrar que de calibrar la que se nos viene encima. Cuando el día después de Reyes se pasen los efectos de Baco, ya no habrá vuelta atrás y entonces empezará otro baile, mucho más siniestro que el de estos días atrás. ¿Por qué acordar cuestiones trascendentales en Navidad? Primero porque desprecian la fiesta más importante de los cristianos y luego porque hay mucho que esconder. 
Fuera de lo que rodea la oscura investidura, todo lo que ha pasado estos días apenas tiene relevancia. Con la misma intención de no hacer demasiado ruido -no se vayan a estresar los perretes-, en la víspera del Día de los Inocentes, el Ayuntamiento de León aprobó una moción para pedir la autonomía de la Región Leonesa. Aquí la noticia está en que el alcalde es del PSOE y sus concejales fueron al unísono siguiendo el paso que marcó el partido regionalista Unión del Pueblo Leonés. En Ferraz no ha hecho gracia, pero como estaban a otras cosas y la moción no tiene ninguna consecuencia inmediata, han hecho como que no ha pasado nada. 
No es casual que rebroten estos movimientos regionalistas ahora, ni sorprende tampoco que los asuma el PSOE. Si los jefes pactan con los que quieren romper España, hay barra libre. Además, no tiene ni media comparación con exigir una nueva autonomía sin cuestionar la unidad del país. Lo de León era cuestión de tiempo, pero la fecha y el momento les han venido al pelo. Sin ser de esta provincia, es ridículo ponerse hablar del sentimiento leonés, que nadie duda de que no lo haya. Las comunidades autónomas fueron un invento que, en muchos casos, sólo ha servido para agrandar las diferencias. Esto lo saben bien las gentes de Guadalajara. Con apenas lazos entre sí, la única provincia sin Mancha quedó encuadrada en un engendro que, casi cuatro décadas después, ha sido incapaz de despertar un mínimo sentimiento autonómico. Lo de hacer región ha quedado reducido al entorno de la maquinaria administrativa de Toledo. Si a eso le añades el permanente ramalazo por mancheguizar lo que no tiene ni un gramo de manchego, el resultado es muy poco exitoso. A nadie se le escapa que la provincia más norteña de Castilla-La Mancha, por cercanía, habría hecho mejores migas administrativas con Madrid. La prueba está en que sectores tan relevantes como la Educación -con la Universidad de Alcalá de Henares- o la Sanidad mantienen un nexo permanente entre las dos comunidades. Pero ponerte a novelar lo que pudo ser y no ha sido, el desarrollo que podría haber tenido una provincia en otro contexto y no en este -en el problema de la despoblación, por ejemplo-, carece ahora mismo de valor. Abrir una batalla personalista con la que está cayendo en el conjunto de España, no deja de ser una temeridad, aunque haya argumentos para plantearla. Sobre todo porque el recorrido es tan reducido que está abocado al fracaso, como en León. 
No esta una cuestión que ocupe ahora, ni siquiera medio segundo, al presidente Page. Su principal problema en estos momentos estriba en inventar un relato con el que esconder las vergüenzas del acuerdo que ha suscrito Pedro Sánchez y los separatistas de Esquerra. Poco se conoce de la negociación y lo que ha trascendido es esa consulta encubierta en la que se preguntará a los catalanes sobre cuestiones trascendentales del pacto entre Gobierno y la Generalitat. “Sobre toda España hablamos todos los españoles”, ha repetido Page alguna vez. ¿Hablará ahora el presidente regional, o se la va a envainar con un silencio cómplice?