Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


El regreso periódico de los salvadores del pueblo

21/06/2022

Hace más de treinta años en unas jornadas relacionadas con el Partido Popular, estaba tomando algo con un venezolano que tendría más o menos mi edad de entonces, casi éramos unos lactantes, y le dije que envidiaba el nivel de vida que gastaba, a base de viajes, discotecas y coches que no eran precisamente el Daewoo Lanos. El tipo encendió un Marlboro y me explicó en una sola frase el origen de su bienestar: «el abuelo fue ministro de Hacienda en 1924». Es de suponer que con las sisas vivía ya toda la descendencia, al menos hasta 1990. No es de extrañar que llegara Chávez, para terminar con el robo. Primero lo hizo como golpista militar y toda la progresía latinoamericana lo ignoró. Luego dijo que era un error y que en el fondo se veía como un líder revolucionario socialista: en ese momento ya destilaron los culejos pesicola y todos los bien pensantes lo acogieron como la enésima reencarnación de Ernesto Guevara.
Quiso el Señor llamar a su seno a Hugo Chávez, y eso sirvió para que bastantes dirigentes, y amplios sectores de la sociedad civil de Latinoamérica, tuvieran la excusa de alejarse de la 'revolución bolivariana' afirmando que Maduro ya no era lo mismo. Pero llegados a 2022 y con sonadas victorias en México, Chile y varios países más de políticos que no son lo mismo pero que utilizan a estos pájaros como banderín para marcar sangre roja, no parece haber mucho ánimo en los gobiernos, y mucho menos en buena parte de la elite intelectual de la América hermana, en darle el último empujón al sátrapa de Caracas, que va a morir matando. Se mire por donde se mire, ya no le queda el menor resquicio de legitimidad democrática, pero eso parece dar lo mismo a quienes siguen justificando su presencia simplemente porque sostienen que lo contrario sería una victoria del imperialismo. ¿De cuál?  El imperialismo más evidente que se percibe en cada calle, en cada hogar o en cada vida al sur de Río Grande, es el de la economía China, arramblando con cualquier seña de identidad productiva autóctona e imponiendo sus equipamientos. El comunismo ultra capitalista de China nos ha demostrado en el siglo XXI que las estupideces tan arraigadas en el mundo entero sobre diferencias entre derecha/izquierda, liberalismo/socialismo o clases altas/clases bajas, ya no responden a la realidad. Tan solo existe, inmutable, como sucede desde la primera civilización, el bien frente al mal, la palabra frente al golpe, la reflexión frente a las creencias inmutables y heredadas, la iniciativa frente a la crítica. Lo peor de todo esto es la pasividad y justificación que se encuentra en los allegados al presunto credo de Chávez/Maduro, que sienten que darles la espalda es renegar de sus propios ideales (el 'yo me quedo como viví', de Silvio). Lo comprendo de algunos, que en Cuba o Nicaragua pueden estar peor. Pero si se vive en Barcelona, Madrid o Valencia, para ser consecuentes tendrían que ir a residir a los países cuyo modelo de sociedad aplauden, y no obligar a otros a vivir el sueño de la revolución por ellos.    .