Juan José Laborda

RUMBOS EN LA CARTA

Juan José Laborda

Historiador y periodista. Expresidente del Senado


Epidemias del pasado y la presente pandemia

22/03/2020

Creo que fue Tucídides(460-396) el que usó por primera vez la palabra epidemia, refiriéndose a la enfermedad (probablemente fiebre tifoidea) que mató a un tercio de la población de Atenas, en un episodio de las guerras civiles griegas(431-404), que Tucídides nos describió en su gran libro, Historia de la Guerra del Peloponeso. En su extraordinaria traducción de esa obra, don Francisco Rodríguez Adrados (Salamanca, 1922) traduce epidemia de la palabra griega (epí-demós), que significa  «sobre el pueblo». 
He vuelto a leer esa parte de la Historia de Tucídides, y, desde luego, he vuelto a sentir una admiración enorme por el oficio de historiador de aquel ateniense de hace 2.500 años, que sobrevivió al contagio de la terrible  enfermedad, y que, sin embargo, mató a su amigo Pericles, a gran parte de sus tropas en lucha contra los espartanos, y que supuso el fin de la magnifica cultura helenística y la decadencia de la Atenas clásica.  
Epi-demia  significa tanto la enfermedad que se extiende velozmente, como nos remite a su impacto en el pueblo y en las instituciones sociales. Lo que puede suceder con el  coronavirus, se puede imaginativamente contemplar en las páginas de Tucídides, y en las de posteriores autores clásicos. 
Como sucedió en la Atenas de Pericles, después de la actual pandemia se abrirá una nueva época, y dependerá de nosotros que sea buena, o que sea de decadencia y de postergación. 
De ese dilema diré algo después, sin seguridad de acertar, pues el futuro puede mutar como muta el virus de nuestras desgracias. 
La idea de que tras una epidemia que marca una época se produce un cambio histórico está no solo en el libro de Tucídides, sino que aparece en las crónicas, relatos históricos y literarios que narraron crisis parecidas de la salud humana, como por ejemplo, el Decamerón, de Giovanni Boccacio (la gran peste bubónica en Florencia de 1351), el Diario de la peste en Londres, de Daniel Defoe (del año 1665), Los novios, de Alejandro Manzoni (rememorando la peste de Milán de 1628), o La Peste, de Albert Camus (la plaga del cólera en Orán de 1849).
Pero la gripe de 1918, llamada gripe española, con los probables 100 millones de fallecidos en el mundo, 200.000 solo en España (el 1% de la población de entonces), resulta ser el ejemplo científicamente conocido de aquellos casos que los grandes escritores nos resumieron artísticamente en sus páginas memorables. 
La gripe de 1918 nos ofrece similitudes. Comenzó sin apenas previo aviso, de repente, Desbordó a las autoridades políticas (y a las militares, pues seguía aún la Gran Guerra europea). En un primer momento, se despreciaron las leyes y las normas; no solo en los países en guerra, sino en paz como España(el Boletín oficial extraordinario de la Provincia de Burgos, de 4 de octubre de 1918, se lee: «seguir los consejos del médico y desoír a los ignorantes que os invitan a beber alcohol o consumir tabaco como remedios preventivos…»). 
La imprudencia, las falsas noticias y el desprecio a la autoridad y a las leyes se dieron durante la gripe de 1918, pero parecidos o los mismos hechos se encuentran… en las páginas de Tucídides: «…dijeron que los peloponesios habían envenenado los pozos…Ningún respeto a los dioses ni ley humana los retenían, pues por un lado consideraban indiferente el ser o no piadoso, ya que veían que todos sin distinción perecían, y por otro, ninguno esperaba sufrir el castigo de sus crímenes viviendo hasta que se hiciese justicia, sino que creían que un castigo mucho mayor, ya votado, estaba suspendido sobre sus cabezas, y que antes de su ejecución era natural que gozaran un poco de la vida». 
Se abrirá una época distinta tras esta pandemia. Con todo, el respeto a la ley y la prudencia ciudadana es hoy superior a la de tiempos pasados. El estado de alarma se cumple, y los gobernantes aprenden de la situación. Hay conciencia del Estado como necesidad, y puede que también como sentimiento de pertenencia. Creo que la ideología del capitalismo que hacía surgir de él la democracia quedará calificado de algo erróneo, o simplemente de imposible. Sin embargo, esa actitud consistente en que alegremente los deseos se reclaman como derechos subjetivos, será sustituida por una mayor solidaridad familiar y social. Pero todo depende de la vocación y del compromiso de los representantes públicos.