Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


La autoestima de Woody

21/07/2022

Hace años leí una entrevista a Woody Allen que me dio pie para reflexionar sobre la autoestima y el miedo que tenemos a que nuestros actos e iniciativas no sean aceptados por los demás. Woody nos sorprendía confesando que debía haber sido más valiente en su vida, que no ha hecho muchas cosas por miedo, porque pensaba que no serían aceptadas, y que tendría que haber tenido más confianza en sí mismo.
Partiendo de la percepción evaluativa que el común de los mortales solemos tener de nosotros mismos y de nuestras vidas, la modestia y los miedos de Woody manifestando que tendría que haber tenido más confianza en sí mismo, pese al magnífico palmarés que le precede, nos puede hundir la moral, si nuestro único mérito casi se limita a ir pasando las tardes como mejor se pueda, sin molestar y sin hacer demasiado ruido.
El lado opuesto viene determinado por el triste elenco de muchos de nuestros representantes políticos, activos temerarios henchidos de orgullo y soberbia, colocándose medallas de cartón en la falacia retorcida de sus mentes engreídas. No se explica de otro modo la exaltación personal en la que se prodigan, la complacencia recreada en sí mismos, el estar satisfecho de ser quien se es, la insolencia y la arrogancia.
Es fácil identificarlos. Los políticos que presentan arrogancia y soberbia suelen caracterizarse por ser prepotentes, egoístas y altaneros, con aires de superioridad, excesivamente competitivos, intimidantes, egocéntricos y convencidos de su importancia y superioridad frente a los demás. ¿Les suena?
El caos llega cuando a la soberbia descrita le unimos la escasez de inteligencia y preparación, que en la mayoría de los partidos se observa como una amenaza para la supervivencia del líder. De este modo, en un país de cuentacuentos como el nuestro, la cultura subvencionada ha secuestrado a la inteligencia, trata a los ciudadanos como niños, prima el contenido ideológico frente al ingenio y nos proyecta una tenebrosa sombra de uniformidad y aburrimiento. En el país de los emprendedores cada vez hay menos que emprender, salvo el camino del cierre, el desempleo y el apremio, con la complicidad de aquellos a los que, pese a sus soporíferos discursos decimonónicos de lucha de clases, en realidad lo que más les importa es el correcto maridaje en sus comidas.
Quien tiene autoestima, sin ser soberbio, escucha para entender y para forjar su propia opinión, se interesa sinceramente por los demás, hace autocrítica y no confunde la sinceridad con la mala educación. En el espacio público de España, quienes en el futuro asuman responsabilidades de gobierno, tendrán la ineludible obligación de convertir el desaliento en entusiasmo mediante un ejercicio inteligente y crítico de la representación otorgada, con proyectos sólidos adaptados a la austeridad del momento. Proyectos económicos sugerentes reales y prácticos, sin tontunas.
Con Woody Allen, esperamos recobrar algún día la autoestima sin tener que pasar por el psicoanalista.

ARCHIVADO EN: Woody Allen