Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


Facherío

17/08/2021

Cada vez entiendo menos a la gente. Cuanto más le das, menos recibes. Cuanto más se mira por ellos, mayor ingratitud. Cuanto más se piensa en su bienestar, más leña al mono. Llevamos mucho tiempo diciendo que nuestros jóvenes no tienen futuro, que están en casa de los padres hasta los treinta años, que si patatín patatán, responsabilizando de ello a planes de estudios rancios, caducos, clásicos, basados en la memorización, en el aprendizaje de lenguas muertas que ya no hablan ni los curas o en el conocimiento de personas que cultivan malvas hace siglos... Y ahora que por fin llega un gobierno sensible, empático… que mira por nuestros chavales, por su futuro, bienestar y alegría de vivir…, va la gente y también se queja. Así es imposible y entiendo que por tanto los ministros y su propio jefe ahora decidan, antes que trabajar, broncearse y descansar. Todo cansa; hasta ir al ministerio a dar una vuelta. Vayamos por partes. Hoy en día, ¿reside acaso el éxito en ser, por ejemplo, catedrático? Pues no. ¿Para qué? ¿Para que te pongan a parir los alumnos? ¿Para que te acusen de lavar el cerebro a los chicos? ¿Para que te digan que les haces estudiar y que no miras por su estabilidad emocional? ¿Para que te señalen como acosador psicológico? ¿Para ganar una mierda de sueldo? Hoy ser docente universitario no compensa. ¿Puede estar entonces la felicidad de nuestros jóvenes vinculada a la judicatura? Pues a ver, si estás dispuesto a que el gobierno te cuestione públicamente, te acuse de no agachar la cabeza ante la indiscutible superioridad moral de sus palabras de hoy —las de mañana serán otras diferentes y tú el que las habrás malentendido por reaccionario, intolerante o sectario—, arengue a las masas a ir contra tus decisiones, te acusen de facha por aplicar la ley... en esos casos quizá, pero vamos, que yo ahora mismo, de tener 15 o 20 años, ni me lo planteaba. ¿Dónde se cobra bien? ¿Qué puestos tienen una clara compensación a la vista de lo que se trabaja y de la formación previa que se requiere para asumirlos? ¿Qué hay que hacer para no gastar teléfono propio, gasolina propia, viajar gratis siempre o decir lo que se te antoje, aunque mañana cambies de versión y siempre estés convencido de ser el mejor? Y, eso sí, no sintiendo necesidad encima de tener que rendir cuentas por tu ignorancia sobre normas gramaticales o semánticas, así como por tu falta de cultura. ¿Dónde está el futuro? ¡Pues en ser ministro, ministra o ministre… aunque en su defecto en ser presidente del gobierno que, además, ya lleva la e de fábrica y no te identificará como machista. Normal que los chicos de hoy, antes que estudiar aspiren a ser directamente ministros pues hace falta para ello menos esfuerzo que para aprobar 8º de EGB, reto para el que sus padres se tenían que levantar diariamente a las 6 de la mañana. Hemos, por tanto, de dar gracias a nuestro todopoderoso gobierno y a su magnánimo presidente por poner al alcance de la mano de nuestros chicos un futuro prometedor que les llevará de cabeza a montar en un Audi A8 blindado o a volar en un Falcon sin que les cueste un duro. Eso sí que permite verdaderamente que todos sean iguales y no los sufijos, prefijos, adverbios, reglas de tres, etc. que por fin ahora desaparecen de los currículos y que no han permitido, hasta ahora, sino diferencias de clase, desigualdad, machismo, potenciar hábitos carnívoros y heterosexuales. Eso es apostar firmemente por el futuro; lo demás es facherío.