Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Lo de Pedro y Pablo

11/09/2019

La exhibición de músculo de Pedro Sánchez el pasado sábado en Toledo ya se interpreta como un acto de precampaña. Las reuniones con Podemos fracasan una y otra vez, y Sánchez vino a Toledo en busca de tropa segura, donde Emiliano le dijo que las grandes batallas al final las ganan las infanterías entregadas. Milagros Tolón, ejerciendo de alcaldesa anfitriona en una reunión de alcaldes socialistas, reivindicó el socialismo municipalista, tan alejado de los laboratorios que imperan hoy en la política marketiniana.
Sánchez quería baño mitinero  porque lo suyo con Pablo Iglesias no funciona y  va camino de convertirse en un encuentro imposible, que no llegaría ni a boda de última hora por intereses, sin nada de amor, sin nada de afecto. En Toledo buscó cariño y cobijo, quién le ha visto y quién le ve,  en un lugar seguro últimamente en el que la victoria del PSOE ha sido rotunda, sin pactos ni cambalaches.  Así está el asunto.
Visitó también la Ciudad Imperial quizá en busca de algún aroma inspirador, que ya sabemos en Castilla La Mancha lo complicado que es entenderse con Podemos, y cúal es la mejor forma de desactivarlos. Moqueta y coche oficial: Pablo Iglesias lo está pidiendo a gritos, como si ya no le sirviera otra cosa para completar el cuadro de Galapagar. O solamente unos orondos mastines para que ladren a los visitantes y entretengan a los agentes beneméritos  que hacen guardia en la puerta de la mansión. Quién le ha visto y quién le ve.
Podemos anda ya por la vida con un enrevesado problema de credibilidad tan grave para su supervivencia como las incoherencias de un Pablo Iglesias que prometió vivir siempre en  Vallecas  junto a los padecimientos de la clase obrera. Todo eso ha configurado a Podemos en un muy corto espacio de tiempo como un partido ambiguo y raro, con un pie dentro y otro fuera del sistema delimitado en la constitución del 78, y no sé si es más problemático el que tiene dentro, propicio siempre al cambalache a cambio de unos cuantos sillones, o el que tiene fuera que está sostenido en la nada y no se sabe con certeza a dónde apunta, más allá de Venezuela. Al menos si apuntara a alguna utopía redentora nos inspiraría de alguna manera, y algo quedaría.
Es ahora cuando Podemos se encuentra en una encrucijada definitiva y cuando a Pedro Sánchez le comienza a salir urticaria solamente de pensar en compartir Consejo de Ministros con los morados. Al fin y al cabo, Sánchez nunca fue otra cosa que un socialdemócrata muy moderado, aunque su oportunismo y su ambición de poder siempre hayan prevalecido, al menos por el momento, sobre sus parámetros ideológicos.
Ahora es cuando Sánchez tiene la sartén por el mango. Pulverizar a Podemos es cuestión de tiempo, antes o después, con elecciones o sin ellas, pero si hay urnas en noviembre podrían ser letales para el Podemos de Pablo Iglesias, y el líder de la coleta lo sabe pero se resiste a ceder a pesar de las continuas presiones de su entorno. La encrucijada es definitiva. Fuera espera Iñigo Errejón con su receta y su sueño transversal a lo peronista, si es que no termina asimilado por un PSOE al que nunca se le puede dar por muerto en la historia política española. Para ejemplo significativo, los trepidantes últimos años.
De manera que Pablo Iglesias vive horas de zozobra: su ambición  podría tener un revés insoportable en un diez de noviembre electoral, pero él quiere poltronas, mando en plaza, presupuesto grueso, y Pedro Sánchez le ofrece un acuerdo programático que podría ser el señuelo definitivo para dinamitar Podemos causando una división sin precedentes en la formación morada. Para al final ir antes o después a elecciones y terminar definitivamente con aquello del “sorpasso”. Aquello se proclamaba en el congreso podemita de Vistalegre I, que ya nos parece tan lejanos
Y sí, tenía razón Pedro Sánchez en algo de lo que dijo en la investidura fallida del mes de Julio. Se lo explicó a un descompuesto Pablo Iglesias en los momentos de mayor tensión dialéctica entre los dos. “Usted y yo venimos de tradiciones de la izquierda muy diferentes”. Lo de Pedro, si él quiere ser fiel a una de las almas de su partido, puede enraizar en Besteiro, Prieto o Felipe González. Lo de Pablo es la prolongación posmoderna del  totalitarismo leninista en versión populista  2.0. En el fondo,  esa y no otra, es la raíz del problema, y Sánchez lo sabe. Por eso lo de Pedro y lo de Pablo tiene tan difícil solución, y si la tiene será flor de un día y con muchas espinas que sortear.