José Manuel Patón

LA PLUMA CONTRA LA ESPADA

José Manuel Patón


Hasél, el Incomprendido

24/02/2021

Nuestro querido amigo ha provocado una revolución como la del 68 en Francia. Barcelona arde a sus pies. ¿Y todo por qué? Porque el señor Hasél es rapero e insulta a todo el que pilla por delante. Su mérito no es solo decir que le peguen un tiro en la nuca a Bono, o alabar a los etarras por sus asesinatos. Su  mérito también está en zurrar la badana a un periodista, y ser el peor poeta que hemos conocido en la vida.
Sus poesías raperas, -el rap solo es de recordar si es muy bueno-, son una castaña pilonga. Pero ahí está el mérito, siendo un pelaespigas, un destripamantas, un personaje que reniega hasta de su padre, se ha convertido en un héroe nacional para quienes reniegan también de haber nacido en España, de tener una democracia homologada en el mundo, de ser el país de los súper atletas, del jamón de pata negra, de la seguridad social para todos, y de la protección más gigantesca que pueda imaginarse para los hijos tontos. Si estuviera en África en una mina sacando diamantes, o en China en una fábrica de componentes, o fuera un hijo de un pobre en la India, su voz no tendría ningún eco. Pero el bandarra de Pablo es un niño malo de una familia bien.
Su abogada clama al cielo cuando dice que tiene que estar en una celda aparte del mundo, como si fuera la flor de loto. Pero lo peor no son sus seguidores protestantes por una supuesta ‘represión’ de la libertad de expresión, son los que hemos visto saqueando los escaparates de las tiendas por donde pasan las manifestaciones. No entiendo a las autoridades catalanas, que supuestamente defienden a los catalanes y se ponen al lado de los que roban aprovechando las ‘protestas’ callejeras. Incluso hasta podría perdonar a quienes pegan fuego a los contenedores, o montan una barricada con un autobús ardiendo.
Son los revolucionarios, son de otra casta, gente que no sabe convivir en una sociedad democrática y como el cojo manteca expresan su malestar con la violencia. A esos lo que hay que hacer es meterlos en la cárcel y mandarlos al psicólogo, o a trabajar en una mina en Chile, o descargando un camión de rasillas o de cemento de vez en cuando en alguna obra. Así sabrían lo que es trabajar, como tantos emigrantes que hacen el trabajo más duro de nuestra sociedad.