Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Un ministro bajo sospecha

27/04/2020

Salvador Illa saltó de una responsabilidad de segunda línea en el PSC al protagonismo absoluto en la lucha contra la epidemia. Sánchez le nombró ministro de Sanidad por agradar a Miquel Iceta, su hombre en Cataluña, quien quería tener en el Gobierno a un hombre fiel de cara a las negociaciones con los separatistas.
El cataclismo que llegó de China lo cambió todo e Illa, un filósofo sin experiencia ni en el sector sanitario ni en la Administración del Estado, se encontró de golpe al frente de un ministerio sin competencia en un Ejecutivo rebosantes de aficionados y de dislocada ideología.
No han dado ni una. Todo lo han hecho mal y no vale recurrir a las excusas que repiten los portavoces gubernamentales. Los sondeos de opinión son unánimes al respecto. El Gobierno socialcomunista ha actuado con en forma ineficiente, confusa y negligente. España está a la cabeza en el ranking de número de muertos por millón de habitantes, en número de contagiados, en sanitarios infectados (30.000 nada menos)... Un panorama desolador. A ello hay que sumar las chapuzas, trapacerías y desastres cometidos en la adquisición de todo tipo de elementos imprescindibles para afrontar un combate de estas características como test, mascarillas y otras herramientas de protección para hospitales. Nunca debió centralizarse en el casi inexistente ministerio de Sanidad la dirección de un desafío tan colosal como esta guerra contra el Covid-19. Los terribles resultados hablan por sí solo.
Por eso no se entiende que Sánchez haya designado al mismo Illa como rector del proceso de ‘desescalado’, luego de que esa responsabilidad pasara de Iván Redondo, el ‘gurú’ monclovita, a la vicepresidenta ecologista Teresa Ribera. Rectificaciones, indecisiones, retrasos, aplazamientos... También será España el último país en poner en marcha un plan serio de desconfinamiento. «No tenemos un plan», reconoció el propio Illa, en una asunción pública y clamorosa de su propia ineptitud. Es decir, se irá improvisando.
Es imprescindible que el Gobierno se ponga en manos de un equipo profesional, experimentado, y no como hasta ahora, con un ministro que nada sabía y unos ‘expertos’ a quien nadie conoce y cuya representación pública es Fernando Simón, el especialista que no ha acertado ni una y que tan sólo se ha encargado de repetir erradas consignas favorables al Gobierno. Un panorama, pues, desolador.