Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


El exilio

11/03/2021

Ha escrito Arturo Pérez Reverte en uno de sus recientes artículos, que no quiere mirar a España «cobarde y a salvo, desde lejos». Y que no está dispuesto «a que una pandilla de hijos de puta logre echarlo de su patria (…), aunque como español ya sólo tenga fe en el jamón ibérico, en Miguel de Cervantes y en la Guardia Civil».
Magistral Reverte, como siempre, con su expresa alusión a la cobardía, a la patria, el jamón ibérico y a la Guardia Civil, nos infunde cierto ánimo, motivación y enardecimiento para desdeñar momentáneamente el exilio, sobre todo a quienes nos reconcome la idea de que todavía estamos a tiempo de exiliarnos, de cambiar de país, de cultura y de trabajo. De que vale cualquier país civilizado para preocuparse y participar en el progreso de otro barrio, otra ciudad, otra nación.
Ahora, con el ataque por ganar Madrid, que ha empezado por Murcia con el pacto entre Inés Arrimadas y aquellos de ‘la banda de Sánchez’, como les denominaban en la campaña electoral, nos aseguramos la permanencia autonómica de la caterva de cuentistas, vividores y actores, que venderían a su propia madre por no renunciar a sus miserables cuotas de poder. Entre los ‘socios gamberros’ del Gobierno, a los que siempre ha hecho referencia Inés Arrimadas, ahora se incluye también Ciudadanos como miembro honorífico de la banda, que aportará su granito de arena al ‘Plan Sánchez’.
Está España como para mociones de censura. Cuando en plena pandemia la OCDE certifica que España sufrió en 2020 el mayor desplome económico de entre todas las economías desarrolladas del mundo, con un derrumbe del 11% del Producto Interior Bruto, superando la caída de cualquiera de las grandes economías de la Eurozona, aparece Ciudadanos jugando a Juego de Tronos, a ver si se salvan de la total desaparición. La claridad y la coherencia, que debiera de ser la obligada característica más destacable de un político, para que el ciudadano sepa realmente a quien está votando, se torna siempre en todo lo contrario, en un esforzado ejercicio de disimulo y disfraz de las verdaderas intenciones o capacidades.
Entre tanto, los referidos socios andan a la gresca por cosas tan importantes como la iniciativa de los nacionalistas, con el respaldo de Unidas Podemos, para introducir en la Administración del Estado las otras lenguas además del castellano, como si cuando se juntan Otegi, Pablo Iglesias y Rufián para tratar el asunto de cómo cargarse el Estado de Derecho, hablaran en euskera, catalán, ruso, chino o cualquier otra lengua que no sea el castellano común de los tres.
España se desquebraja en el continuo recuerdo de la realidad pazguata y analfabeta de los años treinta del siglo pasado. Es para pensárselo en serio, pese al jamón ibérico, Cervantes y la Guardia Civil.