Editorial

La estadística justifica la mano dura de la DGT ante la siniestralidad

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La toma de conciencia sobre los riesgos de ponerse al volante de un vehículo en estado de embriaguez es imprescindible. Los datos apuntados ayer desde el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses no dejan lugar a dudas acerca de esta necesidad: si un 48% de las personas que murieron en accidentes de tráfico el año pasado en España dieron positivo en alcohol o drogas queda demostrada la incidencia que el consumo de estas sustancias tiene en la seguridad vial y, en consecuencia, en garantizar la vida de las personas.

El riesgo cero no existe, pero en ese objetivo es en el que se debe trabajar desde todos los ámbitos y sin caer en el desánimo pese a que las cifras no son, ciertamente, para que cunda el optimismo. Después de tantos años de campañas de concienciación, algunas de ellas con un contenido visual impactante y hasta objeto de polémica por su crudeza, resulta un tanto descorazonador descubrir que los mensajes no calan y que es todavía muy alto el número de conductores que se ponen al volante tras haber ingerido sustancias que no solo lo hacen desaconsejable, sino incompatible. Y en estos casos las responsabilidades no hay que buscarlas en las administraciones públicas ni en las autoridades que trabajan en dar una solución a este grave problema. Es la sociedad la que debe asumir sin paliativos la falta de conciencia y sus inevitables consecuencias.

Los datos son tan reveladores que justifican cualquier propuesta de endurecimiento de las reglas actuales y sus sanciones. Con ello suele ir aparejado un incremento de la pena económica, que a su vez se combate desde la ciudadanía con el pretexto fácil de que la Administración solo pretende recaudar. Las cifras no corroboran la versión popular sino que llenan de razones a la DGT para promover medidas cada vez más  firmes contra conductas inapropiadas. Porque no se trata tan solo de los riesgos asociados al consumo de alcohol y drogas que, hasta hace unos años eran, junto al exceso de velocidad, los factores de riesgo asociados a la siniestralidad en las carreteras. Ahora se han sumado otros derivados de los avances tecnológicos, como el uso de aplicaciones en los móviles. Es en lo que las autoridades están poniendo el acento aprovechando el periodo veraniego, en el que se producen millones de desplazamientos todos los fines de semana y coincidiendo con los cambios de quincena.

La toma de conciencia de los peligros que supone conducir sin poner todos los sentidos es cuestión de cada individuo, pero no debemos darnos por vencidos en la tarea colectiva de conseguir llamar la atención de aquellos a quienes les falta tal conciencia de la realidad. En 2018 bajó la cifra de muertes por accidentes de tráfico. Fue una buena noticia, pero lograda a partir de los incrementos consecutivos desde 2013. La prohibición y las sanciones ya han quedado claro que no logran ser del todo una solución válida, aunque sea necesaria. La duda, lamentablemente, es cuánto más restrictivas han de ser las normas y elevadas las sanciones para que la sociedad, aunque sea por obligación, entienda los peligros.