Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


¿Esto es fascismo?

10/11/2020

Como juzgamos por aproximación, según las modas y bajo la propaganda, no sería de extrañar que a la pregunta: ‘¿Qué es un fascista?’ la respuesta de un peatón fuera: «un indeseable que va contra la libertad». Fascista es hoy un término multiuso que damos a cualquiera que nos caiga mal o nos lleve la contraria y, en política, a quien se opone al actual Gobierno.
Una visión científica enseña que fascismo, nazismo o falangismo fueron movimientos totalitarios que nacieron del hastío parlamentario, la ineficacia de gobierno y el desorden público. En ellos priman la disciplina sobre la libertad, la violencia sobre la tolerancia y lo emocional sobre lo racional. Esto último se materializa en la invocación a lo trascendente concretado en mitos, sea la raza, la patria, el idioma o cualquier otra peculiaridad sacralizable expresada con una estética espectacular, de banderas, himnos, y ceremonias de masas.
Eric Frömm describió con acierto las bases psicológicas del fascismo que crea entre el Dux y los súbditos unas relaciones de dominación/sumisión. Los ciudadanos dependen de algo superior que delimita su libertad pero que los hace felices ya que se sacuden la responsabilidad. Una bien diseñada publicidad va anulando su capacidad crítica, pues la va derivando de la razón a la emoción. Hay también una filosofía de exaltación de la naturaleza sobre la cultura, como vuelta a lo instintivo sobre lo civilizado, que es un error pues la cultura protege al hombre regulando las relaciones sociales. Aquí no hago sino recoger el pensamiento de Kant sobre la civilización y el de Freud sobre la socialización. En rigor, esto es el fascismo.
El pensamiento de VOX -léanlo y verán que no cuadra técnicamente con fascismo- puede ser un error pero no es ilícito, pues nadie delinque con su opinión y es legal materializarlo según su representación electoral y siempre que no entrañe violencia. Debemos diferenciar entre el fascismo como ideario y como régimen, y éste se encarna en los nacionalismos que establecen mitologías movilizadores tales como la raza, la lengua y la tierra creando exclusión y agresividad con otras comunidades y entre sus propios ciudadanos. El Gobierno central no quiere reconocerlo porque vive en comensalismo con ellos, pero el nacionalismo catalán tiene los estándares del fascismo, y el vasco lleva años alentando la yihad con boina. Els segadors y el Eusko Gudariak son distintas músicas para el mismo libreto del Horst Wessel nazi: ‘Altas las banderas y prietas las filas’. Pero aquí, más y peor, porque van repartiendo ‘cop de falç’ a un enemigo. Los fascistas con denominación de origen y sello de calidad son los nacionalistas.
Tengamos rigor. Gentes de ultraderecha pueden ser liberticidas y hasta criminales, pero el fascismo es un prêt-à-porter que no siempre les cuadra. El fascismo es rechazable, pero no todo lo rechazable es fascismo y si no les gusta Abascal, mejor llámenle cabrón que fascista, porque al comunismo y al fascismo hay que reconocerles su propia especificidad, aunque conduzcan a una dictadura semejante. Históricamente, tanto el Duce o el Führer, por un lado, como el Padrecito o el Gran Timonel, por el otro, no tienen que envidiarse en el mal, porque todos han sido ejecutores de una misma tiranía y unos y otros cargan con millones de víctimas.