Óscar del Hoyo

LA RAYUELA

Óscar del Hoyo

Periodista. Director de Servicios de Prensa Comunes (SPC) y Revista Osaca


Debilidad

08/01/2020

El insomnio no fue óbice para que España saliera ayer del bloqueo político en el que estaba inmersa, después de que el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, consiguiera su objetivo y superara una de las investiduras más ajustadas y broncas de la democracia.
El primer Ejecutivo de coalición de la Historia ha de enfrentarse a un buen número de retos. El primero, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, se antoja fundamental para poder gozar de una estabilidad que permita ahondar en un ambicioso programa fundamentado en la denominada Justicia social, eje vertebrador del programa de Gobierno PSOE-Podemos. Sin embargo, el camino no va a ser fácil y está lleno de espinas. La debilidad con la que nace el Gabinete necesita del apoyo de partidos a los que, como dejó patente ayer la portavoz de ERC, Dolors Bassa, desde la tribuna de la Cámara Baja, les importa «un comino» la gobernabilidad de España. Y ese, lo vendan como quieran venderlo, es el gran problema. 
Sánchez es prisionero de la mesa de negociación que ha pactado con ERC para tratar de solventar un conflicto que desde hace unas semanas ha dejado de ser judicial para convertirse en político, con el único propósito de conseguir la Presidencia. Buena parte de la ciudadanía, y muchos votantes socialistas, no pueden entender que, después de negar la mayor durante la campaña electoral, el PSOE haya ido claudicando ante las reivindicaciones de un secesionismo cuyo único objetivo es la autodeterminación, y que desde Ferraz se acepte la condición de permitir una controvertida consulta, que no se puede llevar a cabo al precisar de una reforma constitucional para la que el Ejecutivo no cuenta con los respaldos suficientes en el Congreso. Los encuentros entre el Gobierno y la Generalitat comenzarán en dos semanas y de ellos dependerá el devenir de la XIV Legislatura. 
La debilidad está presente en el ADN del primer Gabinete de coalición de la democracia, que ayer arrancó con lágrimas de emoción -las de Pablo Iglesias-, y que habrá que ver cómo acaba con una España mucho más dividida y crispada.