Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


Predicando en el desierto

30/12/2021

La última semana del año es el cuaderno de clase que se nos acaba. Cuando nos quedan tres o cuatro páginas, revisamos los apuntes anotados y traspasamos al nuevo los datos y ejercicios que nos van a hacer falta en las próximas semanas. Bien, pues estos días son apropiados para echar la vista atrás y repasar todo lo que nos ha ocurrido a lo largo del año que no ha sido poco, desde luego. Hace ya un año que empecé a compartir con ustedes mis opiniones sobre cuánto nos rodea, lo que nos sucede, intentando ayudar a que esta ciudad abandone el estado de desánimo en el que parece que está instalada. Y, ciertamente, ha sido toda una aventura. Muchos han sido los temas que hemos tocado a lo largo de estos meses buscando, en todo momento, llamar la atención sobre aspectos de la vida cotidiana que hay que arreglar o alegrarnos sobre los logros conseguidos. Aunque es cierto que las alegrías suelen ser contadas. 
Valorando todo los temas tratados creo que hay un común denominador que puede ser aplicable a la mayoría. Me refiero a la sensación de abandono que transmite Cuenca en muchos aspectos. ¿Se acuerdan de ese grifo que gotea en nuestra casa y que mañana sin falta vamos a arreglarlo? Pues un poco es eso. Nos vamos centrando en otros asuntos y postergamos el arreglo de pequeños desperfectos que transmiten una imagen de ciudad poco cuidada. Si por un lado ponemos en el fiel de la balanza la rapidez del arreglo del desprendimiento de la calle Canónigos (dentro de un término relativo, por supuesto) en el otro debemos recordar que el monumento al ganchero sigue incompleto. Supongo que será sencillo arreglarlo, ¿no? Podría enumerar interminables ejemplos.
La vida es una colección de momentos sencillos y al igual que cuando ese grifo deja de gotear nos quitamos un peso de encima, la solución de estos pequeños desperfectos ciudadanos generarán esa idea de capital cuidada. Y una de las cosas que demandan una actuación rápida es el cuidado del Belén del antiguo jardín de los taxis. Seguramente sea uno de los belenes ciudadanos más antiguos de la ciudad habiéndose convertido en santo y seña de estas fechas. Y, desde luego, el más vejado. En esta época de ataque directo y frontal a todo lo que se vincule a la Iglesia Católica, algún estólido cobarde se ha divertido destrozando y «trasladando» las diversas imágenes que, desde tiempo inmemorial, forman parte de dicho nacimiento. Puede que haya sido solo la consecuencia de una noche loca, o puede que haya sido un acto premeditado. Lo que no hay duda es que es algo repetitivo. Algo que, en mayor o menor medida, sucede todos los años. Por el bien de todos sería interesante que, al menos una vez, se tomara una solución rápida (en forma de vigilancia nocturna permanente) en lugar de confiar en la bondad de una sociedad que es incapaz de cumplir su parte en esto de mantener en perfecto orden de revista la casa común. Es sencillo, aunque  mucho me temo que, como casi siempre, seguiremos predicando en el desierto.

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