Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Un Gobierno cruzado de brazos

11/01/2021

Ni rastro del Gobierno frente a la pandemia. En puertas de la tercera ola, con las cifras de contagios, Ucis y fallecidos creciendo en forma alarmante y en plena campaña de las vacunas, el Gobierno de Pedro Sánchez ha optado por mantenerse oculto, por no dar el necesario paso al frente para, como corresponde, tomar el timón de la ofensiva contra el mal.
Desde el verano, cuando Sánchez proclamó urbi et orbi que ‘Hemos vencido al virus’ y lazó a los españoles a la playa, el disfrute y la playa, la actitud del Ejecutivo ha sido la de sacudirse responsabilidades y trasladar todo el peso de este tremendo esfuerzo, casi imposible, a los gobiernos autonómicos. Un auténtico disparate, una irracional estrategia sin parangón alguno en el ámbito occidental.
La España autonómica, 17 regiones descoordinadas, cada una luchando por lo suyo, está ofreciendo la imagen de un tremendo desastre. No podía ser de otra forma cuando ha desaparecido del mapa el único elemento capaz de organizar un procedimiento sensato y razonable, como debería ser el ministro de Sanidad. Salvador Illa, en este momento duro y cruel de la pandemia, ha anunciado que se convierte en candidato electoral del PSC a la Generalitat de Cataluña y ha optado por dividir su tiempo entre sendas responsabilidades. Es decir, Illa se transforma en ministro a tiempo parcial. O sea, en la nada. «Van a ser semanas muy duras», dijo en su penúltima comparecencia. Y no movió un dedo. Ni para organizar aislamientos y confinamientos ni, mucho menos, para poner orden en el desbarajuste de las vacunas, un fiasco de inaceptables dimensiones.
No se trata ya de ineptitud, que también. Estamos ante una actitud de desprecio absoluto hacia los ciudadanos en el momento más difícil de la terrible situación que arrancó ya va para un año. Illa, eso sí, aparece cada día ante los medios para no anunciar nada.  Una actitud provocadora, casi insoportable. Tan sólo pretende ocupar espacios informativos de cara a su campaña electoral. Los catalanes sabrán si quieren poner en manos de tal personaje el Gobierno futuro de su región. Los españoles, desde luego, le reprochan su actitud cada día. Semejante displicente actitud hacia una sociedad doliente, temerosa y desesperada, debería recibir su merecido.