No es fácil encontrar una casa rural para pasar unos días este verano. La “nueva normalidad” ha impulsado a docenas de miles de urbanitas a lanzarse a los pueblos, cuanto más pequeños mejor, para pasar las vacaciones. Va a resultar que la crisis del corona virus, del covid-19, ha sido y es una tragedia para todo el mundo, pero puede ser una solución para la llamada “España vacía”, los miles de pueblos en los que apenas viven una docena de personas de edad que solo esperan que les llegue la hora definitiva, con la excepción de los emprendedores que han buscado salida a sus iniciativas en poblaciones casi deshabitadas. O deshabitadas por completo.

El miedo a que vuelva el Covid, a que lo pille a uno fuera de España sin posibilidad de regresar –como ha ocurrido hace cuatro meses- o la necesidad de sentirse cerca de la familia por si vienen mal dadas, ha lanzado a multitud de españoles a mirar hacia el campo, en muchos casos hacia el pueblo de sus ancestros que hace años que no visitan. Es el regreso a la naturaleza, al encuentro con personas auténticas que no están contaminadas por las urgencias, la presión y las prisas de la vida de las ciudades; se busca la recuperación de los sabores de verdad, las excursiones, el baño en los ríos, el contacto con la naturaleza, los paseos en los que solo se escucha el sonido de los pájaros, perros, vacas y ovejas.

El covid puede ser la oportunidad de recuperar pueblos prácticamente deshabitados porque no ofrecen posibilidad de ganarse la vida más allá del campo y la ganadería. La nueva normalidad que no es tal provocará que infinidad de trabajos se van a ejercer de forma telemática, lo que permite refugiarse en pueblos durante varios días del mes. Sin embargo hay primeras necesidades que las autoridades deben atender si efectivamente es verdad que quieren dar salida a la España vacía que no es más que una España sin casi población por falta de oportunidades.

Hasta ahora no se ha demostrado que a los políticos les importe mucho esa España vacía, más allá de las palabras que se lleva el viento. En los últimos tiempos, gobiernos regionales han cerrado escuelas rurales para centralizar a los niños en una única población a la que acuden en un autobús que van recogiendo niños por los pueblos. Están cerrando centros de salud para potenciar uno más completo por comarca, y la burocracia, siempre la maldita burocracia, alarga los plazos para que puedan comprar un terreno, una casa para restaurar, o montar un negocio, aquellos que se han planteado una nueva vida lejos de la ciudad.

Es el momento de que la llamada España vacía deje de serlo. Lo que hace falta es que los gobernantes, en lugar de restar, sumen. Es más una cuestión de sentido común que de dinero.