Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


‘Panem et circenses’

15/07/2021

No hay duda alguna de que el verano es esa estación en la que, bajo el continuo bombardeo de ideas más o menos hedonísticas, desplegamos nuestras alas como paréntesis que evitan que los problemas cotidianos amenacen esta obligación que tenemos de ser exultantemente felices durante los meses estivales. Todas las administraciones se empeñan en ofrecernos una colección de actividades lúdico-culturales que nos ayuden a llegar a septiembre con la sana idea de haber disfrutado de conciertos, exposiciones, teatros…que por su singularidad, tanto en el intérprete como en el escenario, son el complemento necesario para alcanzar las más altas cotas de una alegría exclusivamente comparable a la cara del niño al que sus padres le compran el helado de su sabor favorito.
Uno de los elementos necesarios en esta carrera de ostentación vacacional que emprendemos cada año es la exposición, por parte de todos los sectores, de las bondades de coger carretera y manta y desplazarnos a cualquier lugar, da igual donde sea, de tal manera que tus propios compañeros de trabajo te miran raro si les confiesas que vas a engrosar la plantilla de aquellos conciudadanos que se encargan de poner las calles por la mañana y quitarlas por la noche para el uso y disfrute de todos. 
Pero decía que inauguramos unas semanas en las que pasaremos de puntillas por los pertinentes problemas que todo hijo de vecino tenemos. Pareciera que en el tradicional cambio de armario realizado al llegar los calores, destinamos una balda para guardarlos. Esa sensación también es extrapolable a la gestión comunitaria, a la de las instituciones y espacios que nos afectan a todos.
Desde que en diciembre La Tribuna me ofreció la posibilidad de trasladar a lo público aquellas reflexiones personales que transitaban por lo privado, me propuse compartir con ustedes todos los pequeños (o grandes) defectos que, a mi juicio, entorpecen el desarrollo de esta ciudad castellana. Así lo hemos hecho durante estas semanas.  Y hoy, cuando yo también me dispongo a desplegar mis alas veraniegas, echo la vista atrás y contemplo, no sin estupor, que aquellas carencias que he señalado en las diversas columnas siguen sin ser resueltas. No soy tan ególatra como para creer que estoy en posesión de la verdad absoluta, ni tan siquiera conozco los entresijos del funcionamiento de la administración. Pero la sensación de falta de acción que sobrevuela la ciudad se convierte en una atmósfera pesadísima, aunque sólo sea una sensación.
Es verdad que tras el par de añitos que llevamos, todos tenemos la necesidad de tener unos días de liberación, de asueto, de descanso…pero no podemos permitir que los árboles nos impidan ver el bosque. La ciudad sigue teniendo múltiples carencias. Unas pueden ser solucionadas en meses, otras quizá no tengan solución pero las hay solucionables en cuestión de días.  Y tengo la sensación de que, en general, las administraciones se afanan por crearnos un espacio ficticio de felicidad con el que nos anestesian durante el verano para que olvidemos que todo sigue igual. Algo así se hacía ya en Roma, panem et circenses!!!!