Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Shakespeare y Cervantes

01/09/2020

¿Cuándo se convencerán los ingleses de que para gustar de Shakespeare es necesario ser inglés?, decía Lady Morgan. Con el paso del tiempo aquí lo entendemos y valoramos más. Si Cervantes conquistó a los ingleses en el XVIII no menos ha hecho Shakespeare con los españoles en el XX. Un ejemplo es Astrana Marín, primer traductor al español de las obras completas del Shakespeare, y tanto respeto mostró que no osó versificar sus sonetos. Cervantes a veces da la impresión de escribir sin un plan, dejándose llevar, y eso ha provocado controversia entre sus estudiosos, algo que nunca hizo el inglés. Dijo Coleridge: «Shakespeare no escribió nunca nada sin un plan».  Blanco White, un sevillano que murió en Liverpool (1841), quizá sin pretenderlo nos muestra unas imágenes que nos resultan familiares en Cervantes, como cuando refiriéndose a Shakespeare en 1839: «En Shakespeare no hay adulterios inocentes, ni incestos interesantes, ni vicios virtuosos; el nunca hace agradable lo que tanto la religión como la razón enseñan a detestar, ni viste la impureza con el ropaje de la virtud…».
Shakespeare llegó a España en el XVIII, con más sombras que luces. La primera nota de sus obras data del año 1734, en ella se aprecia que llegaron indirectamente de Inglaterra pasando por Francia en los siglos XVII y XVIII tras ser descubierto el inglés por Voltaire. De Shakespeare se decía que eran tan grandes sus defectos como sus méritos. Fue un debate francés que cruzó la frontera pirenaica. En España se equiparó a Shakespeare con Lope y Calderón en una época en la que se valoraba más a Lope que Cervantes. Los debates siguieron en el resto de Europa y produjeron un cambio en la mentalidad y la comprensión de su obra que poco a poco fue más aceptada. La anglomanía de finales del XVIII favorecería a la postre al genio inglés. En 1838 José Somoza lo situó en «la eternidad”. En 1845, Alcalá Galiano lo proclamo «el primer dramaturgo del mundo». Son muchos los que opinan que Shakespeare es «quizá el dramaturgo más profundo que ha existido jamás». En 1881 Emilia Pardo Bazán sostenía que no había paralelo entre Calderón y Shakespeare «porque Shakespeare lleva a Calderón muchos codos de altura». Desde entonces su prestigio no ha dejado de aumentar y es ahora un factor de identidad europea.
Es interesante saber lo que dice Luis Alberto de Cuenca, que conoce bien a los dos: «Tuvieron tantas cosas en común que, cuatro siglos después de su muerte, todavía se les recuerda juntos. Miguel de Cervantes y William Shakespeare «eran dos genios absolutos, que coincidieron en sus respectivas biografías, como Homero y Dante, y marcaron un antes y un después en la prospección de la psicología humana. Nada de lo humano les era ajeno, como decía Terencio». Cervantes es el padre de la novela moderna. El británico el maestro del teatro y la poesía, revolucionó la categoría dramática, «que en el fondo no es más que poesía dialogada». Dos hombres, el optimista y el pesimista. Quijote y Sancho, representan dos principios extremos como el materialismo y el altruismo (quijotismo) que al final se hacen uno. Igualmente, el doctor Jekyll y el señor Hyde participan de la misma esencia «llegando a lo más profundo de la psique humana». Pero a él le gusta hablar claro. Por eso L. A, no dudó ni un segundo en criticar la celebración nacional del aniversario de Cervantes, eclipsada por el derroche cultural y la «entrega absoluta» de Reino Unido con Shakespeare. Para celebrar a Cervantes no debió haber crisis, ya que representa como nadie el logotipo de lo español, es lo más significativo de la cultura española: los premios Cervantes, el Instituto Cervantes, sin olvidar que el Quijote es el libro más vendido del mundo después de la Biblia.
    Tantas cosas tenían en común los dos talentos coetáneos que hasta eligieron coincidir en la fecha de su muerte, eso sí, en diferentes calendarios. Tan profundo era su conocimiento de lo humano que retrataron sus personalidades al morir, uno rico y con prestigio, otro pobre y sin reconocimiento. «Como todos los genios de la literatura universal, fueron adelantados a su tiempo», repetía Luis Alberto de Cuenca. Y en la Cuenca cervantina seguimos sin rescatar su memoria. ¡Ea!