Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Razonar «raciocinantemente»

03/05/2021

Lo correcto en los que escribimos debería ser cuidar la hechura de nuestros trabajos, darle vueltas y más vueltas al lenguaje y al estilo, aunque al que nos lee eso le puede dar igual. Hacemos frases y párrafos, capítulos y libros; artículos que como este desmontamos una y otra vez; cosiendo y descosiendo; añadiendo y quitando; citando de vez en cuando a otros para acrecentar y justificar lo que escribimos; intentando que nuestro leyente saque más provecho de la lectura. Nos atrevemos a introducir nuevos «palabros» que nunca sabemos si nuestros seguidores admiran o detestan, y como decía Unamuno «cada uno ha de engordar de sí mismo». Premisa fundamental para mí es un consejo que extraigo del Levítico: «No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico» y fijándome en Cervantes procuro que tengan en mi más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico, procurando descubrir la verdad que se esconde entre las promesas y dádivas del rico, así como entre los sollozos e impertinencias del pobre. Algunos me dicen que debo expresarme con más claridad, y yo sé que, a algunos, aunque les diera las cosas masticadas no las iban a digerir. Yo no veo que sea poco dárselas ensalivadas, que a muchos por no masticar y consumir solamente opinión procesada se les ha secado el cerebro y se han vuelto adictos a la basura mediática y «partidil». Yo quisiera ganar en claridad y en lógica, pero no quiero razonar «raciocinantemente», ser un flaco instrumento de pasión que envuélvame en la autocomplacencia.
Nos gusta asistir de espectadores de lo que ocurre en los diferentes ámbitos de la sociedad, y consumimos muchos bits desde los leds que nos llegan a la retina, y no solo del Telecinco dígame. Espectadores expectantes tiene el Ramón celestino de la TV manchega. Audioevidente no es solo el que ve, también lo es el que oye la radio, a veces evidenciando sordera y ceguera. También está el que lee o lector, que puede que apenas distinga las sílabas y no se entere del contenido. O el que se informa a través de las redes, el «internauta», lugar donde dicen que hay mucho pirata y muchos enfermos contagiados de males virtuales por meterse donde no deben. Hay que dar un paso más obligado para ser buenos espectadores, y no es otro que el de la acción política, y para ver bien la escena es necesitado saber en qué lugar de la escena estamos, lo que nos debería obligar a interactuar. Si queremos comprender que ocurre y dejar de ver la vida como si fuésemos un mueble o un mero pasajero debemos fijarnos en que es lo más útil a nosotros y a nuestros vecinos. No se trata de desvirtuar la realidad, de elegir si preferimos un empresario o un perro flauta, si no de elegir lo conveniente, lo verdadero que a veces se confunde con lo que es más útil. Los políticos, como los predicadores, nos quieren hacer ver que lo útil a nuestros intereses es su verdad, y a eso se dedican los que viven de la mentira. A eso y a construir una masa de espectadores que velen con sus votos para defender los intereses de su pos verdad. Los espectadores somos unos tragaldabas, los que llamaba Platón «amigos de mirar» desde nuestra inacción política y visceral. Y lo que era el mal de las repúblicas también lo definió Platón: «que no hace cada cual lo suyo». Por eso ¡viva el Rey!, si reina…